El día a día en cualquier municipio de Aragón se ha visto afectado por la pandemia del coronavirus que ha cambiado los hábitos cotidianos de miles de aragoneses. Y, en este sentido, cobran especial importancia aquellos puestos de trabajo que, siendo declarados como esenciales en el decreto del estado de alarma del Gobierno central, siempre lo han sido para la vida en el medio rural. Ahora lo son más y no porque lo diga ese decreto, sino porque algunos han redoblado esfuerzos cuando sus vecinos más lo necesitan.

Algunos de esos empleos han servido para que la atención a los más mayores se vea incrementada, tejiendo una red de colaboración en la que, quienes sí pueden salir a la calle, se prestan a cubrir las necesidades de los que no pueden. Otros han visto aumentada su carga de trabajo porque las necesidades, lo que demanda el mercado ahora son esos bienes de primera necesidad en los que ellos son un eslabón más de la cadena. Y observan cómo el hecho de que no se rompa sostiene a otros muchos que dependen de él. Que no pare la maquinaria para que otros no se detengan. Y esos otros no son más que otros vecinos del entorno que también han redoblado su actividad.

Otros abren la persiana como siempre, sabiendo que son la principal ventanilla en la que se abastecen los vecinos. Con y sin pandemia, son imprescindibles para el día a día de los demás. ¿Cómo van a flaquear ahora? Y otros, en los municipios más pequeños son como un multiservicio al alcance de una población muchas veces envejecida a la que ahora, por el riesgo de contagio, se les pide que no salgan de sus casas.

Su esfuerzo parece inversamente proporcional al tamaño de esas localidades del medio rural que durante semanas ha pedido mantener las distancias con las grandes urbes. Cuanto más pequeños más importante es el compromiso. Y en algunos pueblos la colaboración va más allá de sus propias fronteras y han tejido redes de ayuda entre localidades. Y con ellas, esas personas imprescindibles que hacen el confinamiento más llevadero.

Pero también en algunos casos ven el final del túnel cerca y aprecian que todas las limitaciones vividas, todo ese esfuerzo por salir adelante, debe ser recompensado con un respiro antes que en las ciudades, porque su entorno les hace privilegiados.

Esta es su historia:

GONZALO GRACIA, ganadero de Robres. “Apenas he parado días, pero a los autónomos no nos llega protección”

Gonzalo apenas ha parado «unos días» desde que irrumpió la pandemia, «pero no he dejado de trabajar, aunque con algunos cambios». Porque el parcial cierre de mercados provoca que los terneros lleguen de una sola vez a su granja cuando antes lo hacían en dos o tres traslados. «Pero lo importante es que puedo pagar facturas y mi cuota de autónomo». Viudo y con tres hijos pequeños, Gonzalo cuenta con la inestimable ayuda de sus suegros. «Son jóvenes y están bien de salud, así que pueden quedarse con los pequeños mientras trabajo». Lo hace tres horas por la mañana y otras tantas por la tarde. «Pero sin protección. A los autónomos no nos llegan mascarillas y necesitamos medios».

RUBÉN BLASCO, agricultor de Valareña. "Me pidieron que desinfectara las calles con mi tracto y no lo dudé”

Rubén Blasco, agricultor y vecino de Valareña, no se lo pensó dos veces cuando desde el Ayuntamiento de Ejea y las alcadías de los pueblos colonos de la zona pidieron voluntarios para fumigar las calles. «Soy el único de Valareña que tiene un atomizador, que es lo mejor para desinfectar porque alcanza una altura de cuatro metros y lo cubre todo. Las semanas de cresta salía un par de veces y ahora lo hago los viernes, cuando saco un rato porque sigo trabajando en el campo. Por suerte no me afectó el decreto». Asegura que las medidas de prevención que adoptaron desde el primer día ha evitado que la covid-19 se haya propagado. En su pueblo hay una familia afectada.

EDUARDO LUNA, agricultor de Robres. “Te das cuenta de que tu tarea es esencial y trabajas con más ilusión”

«A pesar de todo, trabajas con más ilusión porque te das cuenta de que tu tarea es esencial». Eduardo empieza ahora a sembrar maíz apenas un mes después de cosechar y empaca alfalfa para alimentar a terneros y ovejas. Casado y con una niña, el virus también le ha obligado a adoptar medidas de precaución. «Hay que desinfectar el tractor y cuesta más hacer las cosas, aunque por suerte teníamos mascarillas y guantes para sulfatar y nos han protegido». Además, el cierre de talleres impone extremar el cuidado de la maquinaria. «Hago más horas que un reloj» y lamenta que «cuando todo acabe volveremos a movilizarnos porque no puede ser que los precios sean los mismos que hace 30 años. Lo que produces no vale nada».

ANTONIO GARZA, Técnico de calidad en una empresa cárnica de Valderrobres. “Mucha gente en la zona depende de que nosotros no paremos”

«Soy privilegiado por poder salir de casa. Nuestro trabajo siempre es esencial y, en este caso, aún más porque mucha gente en la zona depende de que no paremos». Antonio Garza es técnico de calidad en la empresa Grupo Arcoiris, una firma del sector cárnico ubicada en Valderrobres que abastece y da trabajo a mucha gente en el Matarraña. Ahora, asegura, la actividad se ha «ralentizado» con respecto a esas primeras semanas marcada por ese «efecto en la gente por la necesidad de abastecerse» de alimentos. Transportistas, ganaderos, tiendas... Muchos agradecen que la actividad no cese y, mientras, se ve «con preocupación» las noticias del covid-19 y esperan un «respiro» porque «las condiciones aquí son distintas a una ciudad».

CRISTINA JIMÉNEZ Y SERGIO MARTÍNEZ, Calamocha TV. “Somos la ventana a la que se asoman para conocer qué pasa en su pueblo”

Durante la crisis sanitaria, la información ha cobrado mayor importancia. Conocer lo que ocurre a raíz de la pandemia de covid-19 es «el pan de cada día». Y son los medios locales, los encargados de hacer llegar la actualidad más cercana a sus vecinos. En Aragón, una de las televisiones locales pioneras es Calamocha TV, en cuyo vigesimosexto aniversario ha adquirido una nueva rutina de trabajo. «No paramos de buscar nuevas ópticas de la situación actual, siempre intentando sacar lo positivo», explica la periodista Cristina Jiménez.

También utilizan nuevos formatos, adaptando sus entrevistas y haciéndolas de manera virtual. El director de Calamocha TV, Sergio Martínez, asegura «que la audiencia ha subido y se interesa mucho, por ejemplo, por sus vídeos de confinados». Además, numerosos vecinos acuden a ellos para hacerles preguntas sobre la situación en la localidad. La redactora considera que su trabajo en estos días es muy importante, «porque ahora somos más que nunca la ventana a la que se asoman para conocer qué pasa en su pueblo». Ambos calamochinos afirman que está siendo una etapa tan interesante como agotadora.

PILAR HERNÁNDEZ, carnicera en Miedes de Aragón. “Empezamos a tomar medidas antes de que lo decretasen”

Pilar Hernández regenta junto a su marido, Fernando Ros, la carnicería de Miedes de Aragón, uno de los pequeños comercios de la localidad que intentan facilitar a sus vecinos una vida normal. Y así está siendo, afirma, «está todo normal, aquí todos nos cuidamos y no lo estamos notando mucho. Hombre, en las ventas sí, porque no viene la gente, y por ejemplo en Semana Santa, se ha notado», explica. En Cárnicas Ros, de hecho, comenzaron a tomar medidas antes incluso de que fuesen obligagorias. «El día de antes de que decretasen el confinamiento, como ya se veía venir, empezamos a tomar medidas de distanciamiento, y en la tienda se entraba de uno en uno. Nosotros nos protegimos, pusimos un cartel explicativo y gel hidroalcohólico, y cambiamos las bolsas. Además, desinfectamos todo incluso más», explica. La locura de los supermercados tuvo su eco, y «los primeros días, la gente se llevaba un montón para el congelador. Pero ahora se ha normalizado, la gente coge lo normal, porque aquí no ha habido desabastecimiento», explica Pilar. «Eso sí, se compra lo más normal, nada de lujos, se nota que no se sabe lo que va a pasar», añade.

CARLOS ALLUÉ, farmacéutico de Hecho. “He dedicado muchas horas para educar a la gente a protegerse”

La labor de un farmacéutico en un pueblo como Hecho hoy va más allá de dispensar medicamentos. La pandemia «se lleva como se puede» y, aunque reconocen que «al principio fue un poco caótico» hasta que se organizaron, ahora pueden presumir de no tener ningún contagio. Así lo explica Carlos Allué, que está al frente de la única farmacia allí y que ha «dedicado muchas horas a educar a la gente que venía a protegerse del virus y en los consejos sanitarios para tener unas pautas básicas». En su tienda ya no se paga en metálico y, como algunos no tienen tarjeta, lo hacen por transferencia. Y ahora recibe pedidos por teléfono y los lleva a sus casas si hace falta para cuidar de sus vecinos.

JULIA CASAJÚS, propietaria de la única tienda de alimentación de Aragüés del Puerto. “Desde que abro la puerta de la tienda es un no parar de trabajar”

El único establecimiento de alimentación de Aragüés del Puerto se llama La Tienda de Julia y su propietaria, Julia Casajús, asegura que la actividad ha aumentado «bastante» con el confinamiento de los 60 habitantes que habrá estos días en el pueblo. No ha habido contagios porque se cuidan unos de otros y su negocio es lugar de paso obligado para comprar pan cuando le traen, «tres veces a la semana» o carne «solo uno». Abre de 11.00 a 14.00 horas, pero «desde que abro la puerta es un no parar de trabajar». Después igual acerca la compra a alguien, como otros «voluntarios. Y la semana pasada, su puerta amaneció con un cartel de agradecimiento, a ella y al alguacil, Jesús, por su «esfuerzo».

MOHAMED SOUMARE, jornalero senegalés en la provincia de Zaragoza. “Los senegaleses nos ayudamos unos a otros para resistir la crisis”

Mohamed Soumare es senegalés y ha trabajado e distintos oficios. Ahora mismo, es jormalero y se mueve por distintas localidades de la provincia de Zaragoza. Además, encuentra tiempo para presidir Aisa, una asociación que ayuda a los compatriotas que están pasando apuros como consecuencia de la crisis sanitaria. «Damos comida a quienes no tienen ningún recurso», explica Soumare, que subraya que el parón de la actividad ha perjudicado sobre todo a los manteros, dado que no pueden salir a la calle a vender. Sin embargo, ahora, con la necesidad de mano de obra en el campo, señala, las cosas han empezado a mejorar y Aisa asesora a los senegaleses para que encuentren trabajo en las plantaciones de Caspe y La Almunia.

SAID FATAH encargado de la conservación de carreteras del norte de Teruel. “No nos juntamos ni para la pausa del bocadillo, es lo que toca ahora”

Las carreteras no entienden de pandemaias. Bien lo sabe Said Fatah, encargado de la conservación de las vías autonómicas del norte de Teruel (sector dos) para la empresa Sorigué. «No hemos parado de trabajar. Solo hubo una semana que nos quedamos en casa, pero de guardia por si pasaba algo», explica este joven de origen marroquí que lleva casi 20 años afincado en Mas de las Matas, donde ha echado fuertes raíces. Él y la cuadrilla de diez trabajadores que tiene a su cargo trabajan ahora en la mejora del tramo de la A-2514 que une Plou y Huesa del Común. «La situación es rara. Trabajamos manteniendo las distancias y no nos juntamos ni para la pausa del bocadillo. Y a comer, cada uno a su casa. Es lo que toca ahora», explica.