Los primeros, y espero últimos, Presupuestos Generales del Estado de Pedro Sánchez no rayan en la decepción sino que confirman las peores expectativas que nos temíamos. Hay quien los ha calificado como los de la vergüenza, y seguramente no les falta razón, porque Pedro Sánchez pretende no sólo sacarlos adelante sino comprar y calmar a independentistas y nacionalistas a costa de quienes desde el resto de Comunidades Autónomas, nos sentimos españoles, iguales y solidarios.

Ahora resulta que apostar por esta realidad perjudica a los ciudadanos que comparten nuestro empadronamiento aragonés, nuestro sentimiento, nuestro compromiso con otros y nuestra vocación de ayuda hacia los que lo necesitan. Y yo me pregunto, ¿éstos Presupuestos satisfacen el interés general de los españoles o el interés particular de Sánchez para mantener el Falcon y la Moncloa? ¿Estarán <b>Lambán</b>, Echenique, Soro & Cía de acuerdo con estos presupuestos que no satisfacen a Aragón y nos distancian frente al resto de comunidades autónomas como la valenciana, la andaluza, por no hablar de la catalana? ¿Serán capaces de defender que Aragón crece muy por debajo de la media nacional, medio punto menos que en el anterior Presupuesto? Aragón no merece este maltrato y más si es como consecuencia también de las malas relaciones partidistas entre Sánchez y Lambán cuyas cuitas deberían resolver y no a costa de los aragoneses. Estas son algunas de las preguntas, porque hay más que nos deberíamos hacer, responder y no olvidar en el próximo mes de mayo.

Estos presupuestos que pretende aprobar Sánchez y sus socios (Podemos, PDECat, ERC, Compromís, Bildu, PNV, etc.) más preocupados todos ellos porque el «doctor» no caiga antes de tiempo y sin secar las ubres de la vaca a la que repudian pero de la que beben toda la leche que pueda dar, aún a costa de que los demás no lo podamos hacer. Estos presupuestos dejan por un trilero a quién ha defendido un giro social únicamente tras hacer suyas las medidas que ya aprobó en su momento el gobierno del PP, es decir unas medidas que suponían 26.263 millones de euros de aumento en gasto social (con menos desempleo) con una subida general de las pensiones del 1,6%, las mínimas el 3% y las de viudedad un 7,15%, por no recordar que también se ha apropiado de medidas aprobadas por un gobierno, al que con el tiempo, y no será mucho, acabaremos echando de menos, como la subida del 2,25% para los funcionarios o la equiparación salarial que ya están garantizadas con independencia o no de que se aprueben estos presupuestos.

Frente a esta verdad, Marco Polo Sánchez nos sube los impuestos al diésel y las cotizaciones apuñalando así al verdadero motor de España que son las clases medias. Todo esto nos llevará otra vez a un menor crecimiento y creación de empleo (desde que el PSOE está al frente del Gobierno, las estimaciones de crecimiento las han revisado en dos ocasiones y las dos, a la baja). Nos llevará a recordar la peor etapa de Rodríguez Zapatero; una etapa que cabalgaba desbocada por la recesión, el paro, y el descontrol económico. Nuestro país, que a veces tiene memoria para lo que le interesa y olvida rápido las crisis de las que luego tanto sacrificio nos cuesta salir, debería recordar que no hace mucho el Gobierno de la ceja nos encandilaba con aquellas afirmaciones de que las cosas iban fantásticas, nuestro sistema financiero estaba en la Champions League, que el crecimiento se ajustaba a lo previsto, que el gasto social era su prioridad, … y acabamos todos con un Plan E innecesario, una modificación de la Constitución obligados por Europa y EEUU, a tener un techo de gasto que no se pudiera superar, una prima de riesgo incontrolada, un rescate a la vuelta de la esquina y un desempleo que no sabían cómo atajar. Y todo esto fue, tan solo, hace 8 años. ¿Queremos volver al pasado? Miedo me da, cuando tan solo hace unos días empezábamos a ver cómo volvían esas noticias, con 4.000 despidos en un solo día, el sector textil que cierra en negativo el año 2018, la gran empresa recorta 13.500 empleos en enero, la producción industrial retrocede un 3%, la prima de riesgo crece un 14% desde que Sánchez está en la Moncloa, etc. Y el Gobierno socialista, «el Gobierno bonito» pretende con las cuentas públicas en la mano resolver esto a costa de una subida de impuestos totalmente innecesaria cuando la recaudación tributaria está en máximos y se puede hacer frente a todo el gasto social que tenía comprometido el PP sin meter la mano en el bolsillo de los españoles. Ni los mayores impuestos los van a pagar los ricos, como así afirma la ministra de Hacienda, porque la recaudación conjunta de la subida del IRPF y del Impuesto de Patrimonio es menor que la recaudación prevista por la subida del diésel, ni los van a pagar los bancos, las eléctricas y las grandes empresas porque éstos van a repercutirlo directamente en los clientes y usuarios como ya hemos visto con el impuesto sobre los Actos Jurídicos Documentados o directamente se deslocalizarán empresas o se perderán inversiones como ha ocurrido recientemente en Portugal con Amazon y los 1.300 empleos que han volado a toda velocidad del país luso. Si quieren decir la verdad, cosa que dudo, deberían contarnos que con todo esto, y solo por ahora, cada contribuyente va a aportar una media de 260 euros más para seguir costeando los viajes y las vacaciones de la familia Sánchez y sus mascotas en un avión oficial.

Si el plan presupuestario enviado a Bruselas no consiguió pasar la prueba del algodón por imaginario en el ámbito de ingresos, gastos y déficit, el de ahora que pasa por ser inverosímil, figurado y sencillamente imposible de encajar en el famoso nivel de gasto del 1,3% previsto, sencillamente no será factible cumplirlo. Querer engañar a uno en un momento determinado será posible para Sánchez pero hacerlo a todos y en todo momento, no es creíble. Vender milongas, «jogo bonito» (que diría cualquier entrenador de fútbol brasileño) y soñar a qué huelen las nubes (igual Sánchez si lo sabe con tanto viaje en Falcon) no arregla los problemas de un país, más bien, todo lo contrario, agrava los que ya pudiera tener.

Por ello me niego a que a mi costa tengamos que pagar la hipoteca que ZPedro adquirió con los nacionalistas, con los independentistas catalanes y la ultra izquierda, apoyados por los batasunos, para desalojar al PP del Gobierno a través de la moción de censura. No estoy dispuesto a abonar las facturas, tanto la política haciendo la vista gorda en Cataluña y preparando el terreno para indultar a quienes dieron un golpe de estado para romper España, como la económica, aprobando unos presupuesto que han sido negociados entre la prisión de Lledoners, Waterloo y el vicepresidente de facto del Gobierno, Pablo Iglesias. Ni me representan, ni contarán con mi voto.