"¿Ha visto alguien al presidente del Gobierno?", preguntó en voz alta con una mezcla de ironía e indignación el popular Gustavo Alcalde mirando hacia el escaño vacío de Marcelino Iglesias. Desde los bancos socialistas le respondieron con sorna: "¡¡¡Está gobernando!!!".

El popular Angel Cristóbal Montes censuró la actitud de Iglesias de forma apocalíptica: "La primera obligación del presidente es rendir cuentas al Parlamento. ¿Qué está con la ministra? Aunque esté con el maestro armero".

En el PP causó estupor la espantá que protagonizó ayer el líder de la DGA. Iglesias acudió a primera hora de la mañana al hemiciclo para informar a sus señorías, por propia iniciativa, de la reciente reunión de presidentes autonómicos en Madrid y del arranque oficial de la Eurorregión. Pero se marchó una hora y media más tarde dejando boquiabiertos a los parlamentarios del PP, puesto que minutos más tarde estaba prevista su comparecencia, a petición de los populares, para informar de sus movimientos en Madrid con los Presupuestos Generales del Estado del 2005 y de las razones del fichaje de su cuñado, Andrés Cuartero, para dirigir la sociedad del AVE.

Iglesias derivó esa responsabilidad en los consejeros Bandrés y Velasco, porque a esa hora estaba con la ministra de Cultura en el acto de inauguración de unas jornadas en Zaragoza. "Iglesias se escaquea y le pasa el marrón al señor Bandrés", recriminó un crecido Alcalde, que ha cogido oxígeno tras su reciente victoria sobre su rival en el PP, Pepe Atarés. En su primera aparición pública en las Cortes tras su triunfo, Alcalde era un hombre feliz, como también lo estaban el portavoz Antonio Suárez y, por supuesto, Octavio López, que ayer se abandonó definitivamente la hipotética etiqueta de neutralidad que le obligaba su condición de presidente de la comisión organizadora del Congreso del 20-N. Estaba eufórico, incluso desmadrado. La foto que ofrecieron los populares en la cafetería de la Cámara no daba lugar a equívocos. La mayoría se sentó junto al líder a dar cuenta de varias tapas de tortillas de patata. Y en la barra, con semblantes serios, sin celebraciones, los críticos Vicente Atarés y Susana Cobos.

Al todoterreno y consejero de Obras Públicas Velasco le tocó el otro marrón del día, el de defender la contratación de Cuartero y lógicamente se esfumó de golpe el morbo de ver a Iglesias defendiendo al hermano de su mujer. Contra Velasco no iba la cosa. "Para que le pidiera responsabilidades a usted señor Velasco haría falta tres cosas: que Iglesias se divorciase y usted también y que se casara con la exesposa de Iglesias", recordó Montes en medio de las carcajadas de los populares.

Y como la jornada se movía entre loas de amor y de fe inquebrantable hacia el líder de turno, le llegó el momento al socialista Jesús Miguel Franco, quien no tuvo reparos en despojarse, como él dijo, "del recato y del pudor" para afirmar de forma solemne con su voz profunda, que recuerda a la del televisivo Constantino Romero: "Estamos orgullosos de que el presidente de Aragón sea de nuestro grupo".