Cuando a Carlos Martín se le pregunta si, a día de hoy, su sueño de conseguir una vacuna efectiva contra la tuberculosis está más cerca se le escucha decir que sí con ganas. Con seguridad. Y también se intuye, a través del teléfono, una sonrisa ilusionada en su rostro. Este catedrático aragonés, que dirige el grupo de investigación de Genética de Micobacterias de la Universidad de Zaragoza, es el padre de lo que podría ser uno de los mayores descubrimientos del siglo XXI. «Bueno, cuento con un formidable equipo que es quien hace posible todo esto y que lleva muchos años trabajando», cuenta.

La investigación y desarrollo preclínico de la vacuna experimental conocida como MTBVAC se fraguó a fuego lento en los laboratorios del campus aragonés. Además, cuenta con el apoyo firme como socio de la empresa gallega Biofabri para su desarrollo industrial y clínico, dentro de la Iniciativa Europea de Vacuna Tuberculosis (TBVI). El gran espaldarazo llegó en el 2015, cuando se publicaron los resultados de los primeros estudios clínicos en humanos y mostraron seguridad y buena respuesta inmunitaria. De este modo, esta vacuna podría convertirse en la sustituta de la BCG, la existente actualmente, si demuestra su superior eficacia en todas las fases de la evaluación.

La MTBVAC salvó el primer escollo con éxito, pero lo cierto es que el segundo ciclo de la investigación, que se está desarrollando en recién nacidos de Sudáfrica, también pinta muy bien. «Se trata de un país donde la tuberculosis es endémica. Estamos hablando de que registra una incidencia tan alta como la que había de esta enfermedad en Europa en el siglo XVII, afectando a tres de cada cien niños. Concretamente, el trabajo se está llevando a cabo en bebés de Worcester, una localidad cercana a Ciudad del Cabo», explica Martín.

Seguridad y protección

Estos nuevos estudios forman parte de las pruebas para estudiar su seguridad y capacidad inmunogénica en recién nacidos. «Tenemos que encontrar ahora los mecanismos y los marcadores de protección. Cuando eso ocurra la siguiente fase será seleccionar la dosis tanto en bebés como en adultos, para lo que estamos solicitando financiación a Europa y a Estados Unidos», cuenta. Un comité de expertos externo se encarga de revisar todos los datos de seguridad con periodicidad y, en caso de alerta, el proyecto se puede paralizar totalmente. «Son muchos los años que quedan por delante y siempre se puede fallar, en cualquier momento, pero somos muy positivos», dice el aragonés. «Nadie se creía que la MTBVAC podría ser estudiada en humanos y demostró ser segura e inmunogénica. Tampoco que podría ser probada en bebés y los primeros indicios también son buenos», añade.

Los ensayos clínicos en Sudáfrica están coordinados por la doctora Michele Tameris, del grupo de investigación de la Universidad de Cape Town (Sudáfrica). Se trata de la misma investigadora e institución que ya realizó el estudio de la vacuna anterior diseñada por Oxford y que, finalmente, no dio buenos resultados. «Trabajamos en equipo. Biofabri tiene a una persona en contacto con el grupo de Sudáfrica, mientras que aquí en Zaragoza tenemos a otro coordinador en el laboratorio. Se intercambian datos día a día y semana a semana», argumenta.

Llegados a este punto, la financación se torna clave. «Al no existir en humanos un marcador de protección, lo que más nos interesa ahora es encontrarlos en animales. Eso nos podrá predecir si MTBVAC protegerá o no y nos ayudará a convencer a las agencias de financiación. Tras el fracaso de la vacuna de Oxford, la gente se lo piensa. Pero vamos a demostrar que nuestra vacuna sirve», dice Martín. Palabra del padre de la MTBVAC.