Ni andamios, ni operarios, ni máquinas. Nada. Sólo ventanales rotos, tejas caídas y columnas carcomidas. Esta es la estampa que la estación de Canfranc, golpeada por el olvido, presenta a día de hoy. Las expectativas creadas, las promesas incumplidas y los intentos fallidos han dado paso a las protestas y la frustración. Buen ejemplo de ello: la cacerolada que casi mil personas llevaron a cabo el domingo a favor de la reapertura de la línea ferroviaria.

Para los vecinos del valle, el dato más alarmante que se desprende de la concentración es la ausencia de algún representante del Gobierno aragonés; cuando el presidente de la comunidad afirmaba, hace exactamente un año, que las obras de rehabilitación comenzarían en la primavera del 2004.

Lamentablemente, los vecinos ya están acostumbrados a esperar trenes que no llegan, ya que el problema se remonta diez años atrás. A lo largo de esta década, la prensa ha sido testigo de numerosos pasos en falso y ha publicado ilusionantes proyectos que finalmente han quedado en vía muerta.

En el año 1994 se crea el Consorcio Canfranc 2000 --integrado por Renfe, DGA y el Ayuntamiento de Canfranc, más tarde se uniría Ibercaja-- con el objetivo de recuperar la terminal ferroviaria. Pero, tras varias reuniones infructuosas, en las que que, por ejemplo, el consistorio canfraqués consideraba el proyecto poco respetuoso con el entorno, no se sacó nada en claro.

En el año 1997 acercan sus posturas y se apunta hacia la construcción de un complejo residencial, que albergaría cerca de 800 viviendas. Tres años después, el consorcio adjudica al arquitecto Pérez Latorre la rehabilitación del edificio de la estación, que se convertiría en un hotel.

Intentos fallidos

Con el espaldarazo del Gobierno de Aragón, que destinó 400 millones de pesetas a la iniciativa, y de la cumbre hispano-francesa del 2000 en Santander, el viento parecía soplar a favor, pero de nuevo volvió a quedar en saco roto. La reticencia del Ejecutivo galo, que siempre ha tenido una postura reacia a reabrir este paso, y la negativa de Renfe a transferir al consorcio todas las posesiones del complejo ferroviario --condición indispensable para acometer el proyecto-- impedían comenzar a trabajar en la zona.

Pero los vecinos del valle son conscientes de que la decisión de Renfe pasa por Fomento, por lo que la Asociación para la Defensa del Ferrocarril (AFEC) está, ahora, a la espera de reunirse con sus representantes. Mientras espera, la AFEC seguirá golpeando sus cacerolas hasta otoño, cuando se celebra la cumbre hispano-francesa en Zaragoza, para exijir a los dos gobiernos la reapertura más esperada.