Desde que le conocí en persona, cuando él ya era ministro de Medio Aambiente y estaba convirtiéndose en padrino del trasvase del Ebro, Jaume Matas me ha fascinado. Nadie mejor que él, ni siquiera su amigo Zaplana (aunque también se las trae), encarna mejor el fenotipo de la nueva derecha mediterránea , hortera, trapacera, inmobiliaria y pesetera. Y fíjense ustedes que el valenciano Zaplana anda hoy de jefe de casi nada, arrastrando su estrepitoso fracaso político-informativo tras el 11-M, sin poder regresar de baranda a Valencia (donde su colega Camps está muy bien instalado) y con un futuro tan tenebroso que nadie sabe cómo se las ha de arreglar para pagar ahora el pisazo que, según dicen, se compró en Madrid. En cambio, Matas tuvo la suerte y la habilidad de volver a sus predios mallorquines. Desde allí ve cómo su trasvase se va al garete, y él mismo acaba de renunciar a otro de sus ecodestrozos favoritos, la autopista Inca-Manacor; pero, oye, que le quiten lo bailao.

Y mira que a Matas le gustaba la autopista ésa. No sé si sería por aquello de movilizar más turismo y acabar de congestionar las playas o porque la supercarretera había de atravesar paisajes rurales relativamente intactos y ese impacto motivaba mucho al otrora ministro de Medio Ambiente; pero el caso es que la obra le hacía particular ilusión. Sin embargo ahora ha desistido de llevarla a cabo. Tras el vuelco electoral y el cambio de Gobierno (central), el horno ya no está para bollos ni Zapatero para pagarle los cuatro carriles y la mediana. Y además, como incluso los mallorquines mostraban signos de no estar muy conformes con la autopista en cuestión, a su ínclito presidente le ha venido de perillas la nueva coyuntura para decir Diego donde dijo digo. Lo que no puede ser no puede ser.

Sus adversarios políticos han querido dejar en evidencia a Jaume Matas por este renuncio. Pero mi hombre tiene muchas tablas (aprendió la técnica del plisplás de su mentor político, aquel presidente isleño apellidado Cañellas), y sabe bien que lo importante no es contradecirse, desdecirse o echar marcha atrás, sino seguir en el machito. Mira, si no, lo que le ha pasado al bueno de Rajoy.