Envuelta en la emoción y la solemnidad de las grandes ocasiones y con estricta puntualidad, la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista paseó ayer su peana con el Cristo de las Siete Palabras por el centro de Zaragoza en la jornada de Lunes Santo, conmemorando el 75 aniversario de su fundación y de la introducción del tambor, que contó con la participación estelar de los Alabarderos de Híjar.

"¡Cómo te vas a cansar si estás en brazos!", le recriminaba Paz a su hija Claudia, de 4 años, mientras la gente se arrimaba para ganar espacio de visión frente a la Iglesia de San Gil. Desde un coche con megáfono, Fernando, consiliario de la cofradía, ilustró al público sobre la escena recreada: "Acompañamos a Jesús en el momento de la cruz. Le creían inocente, pero reclamaban su crucifixión. Nos ponemos en sus manos porque él es nuestro salvador. Ayúdanos a llevar nuestra cruz". Patricio Borobio, padre fundador de la cofradía fue el encargado de leer la primera estación.

Una marcha solemne con tintes fúnebres dio comienzo a la procesión. Paso lento de los cofrades ataviados con túnica blanca y capirote verde, que avanzaban para tomar la curva por dentrás del Teatro Principal. Jorge, de dos años, aupado por su padre en primera fila, disfrutaba del espectáculo hasta que surgió el estruendo que anunciaba el primer receso. Rostro de terror mientras su padres le tranquilizaban agitándole al son de los instrumentos. Sobre las 21.20 surgió la peana del Cristo de las Siete Palabras ante los aplausos del público. A Luisa incluso se le humedecieron los ojos al ver la imagen de Jesús en la cruz: "Es verdad que me emociono. Se me encoge el corazón".

Con el paso detenido, muestras de incomodidad en muchos cofrades: el capirote luce, pero pica y da calor. Y anoche reinaba la manga corta entre el público. Abriendo la marcha, una nueva lectura a través de la megafonía del vehículo. Pero por detrás las palabras eran ruido. No se entendía y creció el murmullo entre el público, que recuperó el silencio con el retumbar de bombos y tambores. El cofrade al mando repasaba su cuaderno de espiral con el esquema de la marcha. Entonces el grupo de los Alabarderos de Híjar surgió por detrás con sus mallas de cuero y sus relucientes cascos, lanzas y escudos. Y las manolas de duelo. Todos camino de la iglesia de Santa Isabel de Portugal, a la que llegaron pasada la 1 de la madrugada.