En pleno centro de Madrid, se encuentra Chueca. En Barcelona, tienen el Gayxample. Y en Zaragoza... No se puede hablar de un barrio gay propiamente dicho, ni siquiera de zonas, pero sí de dos focos en los que se concentran locales de copas y negocios emergentes que cada vez generan mayor atracción entre la comunidad de gays y lesbianas: el entorno de la Puerta del Carmen y la Magdalena.

Las causas de por qué no hay una zona específica se debe a dos motivos fundamentales: el número reducido de homosexuales reconocidos susceptible de mantener económicamente ese barrio rosa y las limitadas dimensiones de la ciudad, que suponen un freno para aquellos que prefieren preservar su identidad sexual.

"No tenemos contabilizado el número de gays en Zaragoza, porque la asociación no cobra una cuota de socios. En la lista de correo electrónico, figuran más de 400 personas en Aragón y, hablando en porcentajes, siempre se da una cifra de entre el 5 y el 10%", explica Chusé Aliaga, miembro del colectivo Towanda. El 5% corresponde al número de personas que mantiene relaciones sexuales esporádicas con gente de su mismo sexo y el 10%, a quienes reconocen abiertamente su tendencia.

Pese a ello, Aliaga admite la existencia de una ruta que cada fin de semana (en realidad, a partir del jueves por la noche) reúne a un buen número de clientes fieles. "El itinerario puede comenzar en el restaurante La Piedra de la calle Cortes de Aragón, para ir después deteniéndose en las calles Marcial y, sobre todo, Ricla: al Urano y al Fangoria, los dos locales de copas más reconocidos", enumera. A las cuatro y media, cuando cierran, los hombres acuden a Versus (una discoteca de la calle Doctor Horno) o a Dome (en García Galdeano).

"Llegados a este punto, resulta más complicado hablar de un itinerario fijo, porque se diversifican los caminos hacia las discotecas habituales. Por ejemplo, muchas chicas vamos a una de la calle Ricla, que no es de ambiente, pero está cerca", puntualiza Ana Bueno, de la Asociación Magenta, que aglutina a lesbianas, gays, transexuales y bisexuales en Aragón.

Ella tiene claro que, además de este sector, la Magdalena atrae no solo a emprendedores que abren pequeños locales de moda vanguardista y objetos selectos (siguiendo el ejemplo de Barcelona y Madrid), sino también a quienes buscan apartamentos para una persona a buen precio. El hecho de que la sede de las asociaciones más representativas se encuentren en la Magdalena (en la calle Liñán) favorece la identificación.

Quienes más claro ven las causas de que no haya un barrio gay como tal, son los dueños de esos mismos establecimientos hosteleros. Dani González, propietario del restaurante La Piedra, tiene claro que la política de zonas saturadas en Zaragoza impide la apertura de locales que den ese "algo más".

"Hay numerosos empresarios reconocidos del ambiente que estarían dispuestos a abrir cafeterías, discobares y establecimientos que ayudasen a consolidar el foco actual, pero poco pueden hacer si la zona está catalogada como saturada y se les impide reformar locales o si los que hay acumulan decenas de denuncias que revertirían en los nuevos propietarios", explica este empresario de 29 años que, desde el primer momento, inauguró autodenominándose local de ambiente.

En la misma línea se muestra el propietario del bar Urano. "Muchas personas echan de menos lugares de encuentro como los que existen en Chueca. Tiendas, cafeterías, restaurantes... Lugares que funcionen las 24 horas y que, sin ser específicamente para homosexuales, estas personas sepan que allí pueden entrar en contacto con otras personas", afirma. ¿Llegará el día? En realidad, nadie lo cree, porque Barcelona y Madrid están demasiado cerca.