Un equipo joven. Con "muchas ganas" de crecer, dicen. Y cuyos nombres dieron la vuelta al país hace poco más de una semana gracias a dos "complicadas" operaciones que, por primera vez, se llevaron a cabo en Aragón. Aunque ellos, los doctores David Fustero y Javier Orduna, no quieren protagonismo. "Somos las caras visibles, pero detrás tenemos a muchos más compañeros que han puesto tanto interés y esfuerzo como nosotros", recuerdan.

En colaboración con Juan Alberdi, jefe de Neurocirugía del hospital Miguel Servet, procedieron en el hospital Infantil a realizar una intervención de la enfermedad denominada moya-moya, una rara patología vascular descrita en los años 50 en Japón --de donde procede su nombre-- y que consiste en "un estrechamiento de los vasos que nutren el cerebro", según explica Fustero. "Eso impide que llegue el flujo sanguíneo de forma adecuada a una gran parte del cerebro. La enfermedad tiende a progresar y se manifiesta con infartos cerebrales. Se da un caso cada millón de habitantes y provoca infarto cerebrales múltiples", añade.

Menos de un milímetro

La operación que tuvo lugar en Zaragoza fue "pionera" desde el punto de vista del paciente. "Se trataba de un niño, algo muy raro, porque yo no tenía constancia de intervenciones en menores en España. Tenía 8 años y le pusimos un bypass de menos de un milímetro".

Precisamente, esas medidas hicieron "más compleja" la cirugía. "Técnicamente es algo milimétrico, porque hay que suturar arterias con microscopio", cuenta Fustero. Para ello, este grupo de trabajo ensaya con modelos experimentales a través de un "entrenamiento repetido" tanto en el Centro de Investigación Biomédica de Aragón (CIBA) como en el Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina. "Siempre afrontas cada operación como un reto, pero estas han sido especialmente ambiciosas por su excepcionalidad", asegura Fustero.

El pasado mes de junio también se intervino por primera vez en Aragón un caso de craneosinostosis polisutural compleja, que se trata del crecimiento anómalo de los huesos de la cabeza. Respecto a esta intervención, el doctor Fustero y su equipo, que contaron con la ayuda de José Hinojosa, neurocirujano del hospital 20 de Octubre de Madrid, afirma que "solo se recogen 50 casos en la literatura científica, por lo que es una enfermedad extremadamente rara". El niño, de dos años, sufría alteraciones en el corazón, problemas en la arteria aorta y el tórax. "Su cerebro crecía constantemente, no así sus huesos. El cráneo no se podía expandir de forma normal, lo que provocaba una aumento de la presión cerebral", explica.

Satisfacción y retos

"El problema llega porque no solo se requiere el cierre de una sutura del cerebro, sino de varias. Sorprendentemente, la recuperación ha sido muy buena y el niño está fenomenal, aunque es posible que haya que hacer otras cirugías, pero estamos contentísimos", relata Fustero.

De cara al futuro, Fustero y su equipo solo piensan en "avanzar" por el bien de la medicina. "El hospital Infantil ha evolucionado a nivel de neurocirugía y ahora estamos estudiando el campo de la endoscopia, para dar un mejor servicio a los niños", afirma.