Aunque lo habitual era que los promotores de este tipo de retablos fueran los ricos prelados o los caballeros que dominaban la villa, en el caso de la parroquia de San Salvador fueron los propios fieles, los vecinos de Ejea adscritos a esa iglesia, los que decidieron dotar al templo de un elemento artístico que hermoseara su interior. Según narra la guía Arte en la provincia de Zaragoza, además contaban con la ayuda de una donación testamentaria que un vicario había dejado para ese fin pocos años antes.

Pero no fue suficiente: con el retablo casi acabado de pintura (pero no de tallas, relieves y ornamentos) fue preciso pedir un crédito. En 1455, los parroquianos de San Salvador se vieron obligados a pedirle dinero al acaudalado judío Haym Baço, de Albalate de Cinca (en Huesca), que les prestó 800 sueldos para que los artesanos pudieran acabar con la decoración del retablo. Finalmente lograron los objetivos de financiación de este peculiar crowdfunding piadoso y en la actualidad luce (de nuevo) en todo su esplendor.