Cuando el agua anegó el cámping de Biescas, las Torres Gemelas se derrumbaron y los trenes de Madrid volaron por los aires, unas voces se alzaron sobre los gritos de dolor, los muertos y el desconcierto. Cientos de psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales buscaron dentro de sí una palabra, incluso un silencio con el que arropar a los que lo habían perdido todo.

A pesar de que siempre ha habido desgracias, pocas veces antes de Biescas se había planteado que, a parte de médicos, bomberos y personal ayudante en esta clase de sucesos, hacía falta también alguien que pusiera orden a las primeras impresiones ante el horror.

Angel Luis Arricivita es uno de los expertos que ha tenido que explicar el por qué de la muerte de un familiar muchas más veces que la que hubiera deseado. Trabajador social de 43 años, lleva 16 metido de lleno en el desconsuelo de ver a los demás sufriendo. Por esa razón y porque considera que "es más que necesario" que se perfeccione tanto "la planificación, la intervención y la actuación psicológica" ante los desastres, ha convocado el primer congreso nacional de intervención psicosocial en emergencias y catástrofes, que se celebrará del 3 al 5 de noviembre en Huesca --debido al recuerdo de Biescas--. El encuentro servirá para "debatir sobre la mejora de la atención y ayuda a los afectados", comenta Arricivita.

Una ayuda que, irremediablemente, se cuestiona muchas veces, ya que hay quien piensa que ante la desgracia sólo cabe la espera y que las simples palabras no sirven de nada. Angel Luis lo tiene claro, ya que afirma que "las experiencias corroboran que, ante las reacciones de los primeros momentos, sí que son eficaces y la gente agradece mucho que estemos a su lado".

Arricivita confiesa, sin embargo, que no todas las personas reaccionan igual ante la muerte de un ser querido, incluso ante la propia salvación, por lo que "no hay una fórmula mágica" que arregle de pronto el estado emocional de los afectados. "Muchas veces, cuando te enfrentas a un familiar destrozado, sobran las palabras y sólo hay que estar de cuerpo presente, en silencio y acompañándolo", revela el trabajador social.

Cuando llega el momento de la identificación de los cadáveres la cosa se complica, ya que "hay que explicarles con lo que se van a encontrar y eso es más duro".

Para Angel Luis, lo más importante viene los días posteriores al choque aunque, al contrario de lo que se piensa, la gente "suele recuperarse bastante bien y sólo un 10 o 12% acarrean secuelas como depresiones y psicosis". Eso sí, hay que tener en cuenta que "las pérdidas y las experiencias tan horribles nunca se olvidan, aunque pueden dejar de ser algo tan amargo".

Salir a la luz tras la oscuridad es la especialidad de los niños, ya que "son más sensibles ante las masacres, pero también son los que tienen más capacidad de adaptación a la vida cotidiana", apunta el experto.

Volver a la normalidad es algo difícil, pero como indican Arricivita y el psiquiatra Luis Rojas Marcos --que iba a asistir al congreso pero no podrá hacerlo, aunque en su lugar irá Antonio Abad--, lo mejor para normalizar la situación es "hablar del tema para exteriorizar lo que han sufrido y poder seguir viviendo a partir de la desgracia".