El pequeño Héctor M., a punto de cumplir 4 años, luchó por su vida durante 18 horas en la UCI pediátrica del Hospital Universitario. Entró en muerte cerebral a media mañana del miércoles y falleció a la una de la tarde. Horas antes, sus padres admitían que el niño estaba en «situación crítica», aunque aún se aferraban a un hilo de esperanza. Estuvieron presentes en el momento del óbito, según indicaron otros padres que visitaban a sus hijos en la uci. Se les pudo ver en el hospital con los ojos enrojecidos por el llanto y las largas horas de espera, sin ninguna gana de hablar de la tragedia que estaban viviendo, pero muy unidos, abrazándose constantemente con mucho cariño. La muerte de Héctor no será en vano, dará vida a otros pequeños ya que sus padres decidieron donar sus órganos, que le fueron extraídos en el quirófano en torno a las cuatro y media de la tarde.

El pequeño se encontraba junto a sus padres y una hermana haciéndose una fotografía en una de las almenas existentes a la entrada del santuario de Covadonga. Por razones desconocidas, el pequeño se precipitó al pasaje que une el Gran Hotel Pelayo y la casa de ejercicios y quedó tendido en el suelo tras una caída de seis metros y un fuerte impacto contra la dura piedra.

La familia, que estaba de vacaciones por Asturias y no era la primera vez que visitaba el templo, vive a caballo entre Madrid y Zaragoza, ciudad donde nació el pequeño y en la que será enterrado.

MOMENTOS CRÍTICOS / En todo momento trataron de tranquilizar a la hermana del niño, que estaba gritando muy asustada por lo ocurrido. Ayer por la tarde, tras la muerte de su hermano, la niña parecía más tranquila, aunque su rostro reflejaba una terrible tristeza. Se la pudo ver caminando de la mano de sus padres, que aún no se habían quitado las ropas que llevaban cuando se produjo el accidente el día anterior. Unos allegados llegaron al exterior del hospital para llevarse a la pequeña, de unos 8 o 9 años. Los padres se despidieron cariñosamente de ella y regresaron al centro para terminar de realizar las gestiones antes de hacerse cargo del cuerpo, que fue trasladado a Zaragoza en un coche fúnebre.

Vídeo facilitado por el periódico La Nueva España

El trágico accidente que le costó la vida al pequeño Héctor y el lugar en el que se produjo, atraparon los comentarios y la atención de las decenas de turistas que pasaron por el santuario ese día. «Es más una fatalidad de la vida que una temeridad por ir allí a tomarse una fotografía, aunque no estaría de más aumentar las medidas de seguridad», concluían la mayoría de las personas que se concentraron en torno a la almena tras la que se observa la imagen de la basílica.

«No sabíamos nada de lo que había pasado, pero no estaría mal que hubiera algún tipo de medida de seguridad añadida», comentó Carlos Moruro, barcelonés de visita en Asturias junto a su mujer, Eva, y sus hijos, Carlos y Adrián. «Es que los paisajes son una pasada», añadieron como motivo que justifica buscar la fotografía en Covadonga.

Imágen facilitada por el periódico La Nueva España

Para el madrileño Luis Antonio Fernández, sin embargo, «es responsabilidad de cada cual», aseguró mientras apuraba hasta el último centímetro para poder hacerse una foto en la que se viera la iglesia de fondo.

«Nunca sabes dónde puede estar el peligro. La mala suerte quiso que sucediera así, pero le hubiera podido pasar a cualquiera», comentó Mariano Torre, un cántabro jubilado que volvió a Covadonga treinta años después de su última visita