Dice un proverbio oriental que en la vida hay que caer siete veces para levantarse ocho. Pero las familias de las 62 víctimas del accidente aéreo del Yak-42 han caído ya en demasiadas ocasiones. Al menos, varios afectados por los errores en las identificaciones, que ascienden a 30, pudieron levantarse ayer, recuperar parte de la paz perdida y exhumar en el complejo funerario de Torrero de Zaragoza tres de los cadáveres mal reconocidos por el equipo médico español desplazado a Turquía.

Poco antes de las diez de la mañana, la zona sur del cementerio donde descansan cinco soldados estaba llena de familiares, agentes de la Guardia Civil y de la Policía Local, autoridades judiciales de la Audiencia Nacional... El frío y un cielo ennegrecido recordaban que no era un día de júbilo, aunque sirvió para recompensar la lucha de las familias.

Un hermano de José Manuel Sencianes, Miguel Angel, presenció la exhumación del ataúd en el que teóricamente estaba enterrado su hermano. Estuvo acompañado por una amiga y por Angélica Gonzalo, hermana del militar al que corresponden los restos. Y demostró una gran fortaleza. "Mucha gente me pregunta si merece la pena todo esto. Sólo defendemos la paz espiritual de los muertos, porque han pisoteado su memoria. Nos trataron como a gentuza desde el funeral, cuando el exministro de Defensa, Federico Trillo, se encaró con quienes pedían su dimisión", denunció.

El caso de Sencianes es uno de los más trágicos, porque los allegados que incineraron a su hermano esparcieron las cenizas en el mar. Ya no podrá recuperar el cuerpo, pero no guarda rencor a la familia de Fernando España Aparisi, que vive en Murcia. Incluso viajó recientemente a la región para ver el lugar donde el viento se llevó a José Manuel.

"Todos somos víctimas y nos tenemos mucho cariño. La familia de España Aparisi nos llevó a la cala donde arrojaron las cenizas. El lugar y el gesto fueron preciosos", recordó. Curiosamente, otro hermano del fallecido también es militar y se encuentra ahora mismo de misión en Manás (Kirguizistán), donde se vio por última vez con vida a Sencianes. "Me llama todos los días para ver cómo van las cosas. Está sufriendo mucho", comentó Miguel Angel, para quien Trillo y los militares que firmaron la repatriación de los cuerpos "no son humanos": "Si querían hacernos daño, lo han logrado. Ahora, Trillo no debería esconderse, porque es el verdadero culpable".

A escasos metros, Angélica Gonzalo, llegada desde Madrid, lanzaba un cálido mensaje poco antes de la exhumación. "Queremos que todo acabe cuanto antes, pero sin prisas, porque hay que actuar de forma correcta. Pensábamos que nunca llegaría este día", subrayó.

PROHIBICION Belén González también se desplazó desde la capital española para presenciar la extracción del féretro en el que está enterrado su hermano Mario, no José Luis Moreno, como aparecía en la lápida. "Después de esto acabará lo peor, aunque la humillación a la democracia no se ha reparado. A ver si nos vemos las caras con Trillo", indicó. González mostró la misma desconfianza que manifestaron otros familiares a este diario acerca del contenido de los ataúdes, después de que un oficial del Centro Nacional de Inteligencia les asegurara que algunos se rellenaron con piedras y tierra.

"Quería ver el interior, pero no nos dejan. Esto es peor que una película de Quentin Tarantino", remarcó. Sin embargo, la juez de la Audiencia Nacional Teresa Palacios no hizo mención alguna de este aspecto en su providencia. Igualmente, falta por constatar si se cumple la petición de los abogados, que exigieron una visión de los restos por parte de la comisión judicial que supervisa el proceso y la elaboración de un catálogo con los objetos personales que pueda haber dentro de los féretros. Palacios se centró en ordenar nuevos test de ADN en el cementerio madrileño de La Almudena para confirmar las identidades.

El último cadáver que exhumó la comisión judicial en Zaragoza --hoy se desenterrará otro cuerpo en Barcelona-- pertenecía en teoría a David González. Sus padres, David y Jacoba, acudieron al acto, que duró una hora y cuarto. Un tiempo durante el cual se escucharon el repicar contra el mármol de las lápidas y el estruendo de varios F-18 que sobrevolaron la zona. Aunque el cuerpo que inhumaron es el de César Barciela, al menos recibieron de manos de otra familia las cenizas de su hijo. "Nos han dicho que podremos depositarlas en el nicho, porque queremos que esté con sus compañeros. No soy rencoroso, pero el dolor me acompañará mientras viva", explicó David. A su lado, Jacoba hablaba con optimismo: "Ahora podremos salir adelante poco a poco".

Y tras las exhumaciones, algunos familiares como Angélica no podían ocultar las lágrimas. "¡Ha sido horroroso!", exclamó. Atrás quedaban, junto a los nichos de otros dos fallecidos en el siniestro, tres placas de hormigón que cubrían los huecos. Unos huecos que nadie podrá llenar.