La asociación aragonesa de entidades para personas con discapacitad intelectual, Feaps, mantiene desde el 2005 un programa específico para la atención a reclusos, por el momento solo en la prisión de Zuera. Cuentan con el apoyo y la buena voluntad de Instituciones Penitenciarias, los gestores del penal zaragozano y los funcionarios y trabajadores sociales. Pero, como financiación, solo cuentan con la aportación que les corresponde del 0,7% estatal del Ministerio de Sanidad. De hecho, basándose en la media de discapacitados intelectuales de la población general --un 3%--, calculan que podrían atender al doble de reclusos y exreclusos con los que actualmente trabajan, un total de 16 en Aragón, 1.255 en toda España.

Según explica Esperanza Marín, responsable del programa de reclusos en Feaps Aragón, con los medios con los que disponen intentan abarcar diversas áreas, no solo el apoyo y seguimiento a los presos, sino la ayuda a los que ya han salido de prisión. Y si es posible, la prevención, sugiriendo a las autoridades medidas alternativas al encarcelamiento. "Ahora estamos intentando colaborar con el Colegio de Abogados para informarles de cómo detectar estos casos", explica.

Los presos se someten a análisis forenses para determinar su grado de inteligencia, que también puede influir en su pena, por ejemplo si no son conscientes de sus actos. Pero incluso así, asegura Marín, hay muchos que ingresan sin tener acreditada su discapacidad. La incidencia de la picaresca es mínima, según Marín. "Yo solo he tenido dos casos que se intentaron hacer pasar por discapacitados, pero cumplían demasiado el perfil", recuerda. "Normalmente nos llega el aviso de los funcionarios o los educadores, que están con ellos a diario", asegura.

SIN BENEFICIOS

Los presos no obtienen beneficios penitenciarios por pasar a tener acreditada su discapacidad intelectual, pero la ayuda de Feaps sí puede mejorar considerablemente su vida en prisión. Según explica Marín, "muchas veces los colocan en módulos de respeto, pero hay que cumplir unas normas, y como a menudo no las comprenden o tienen dificultades acaban acumulando sanciones y les pasan a otros módulos". También suelen ser "manipulables, de forma que otros presos se aprovechan de ellos, por ejemplo haciendo que les compren cosas en el economato".

La parte más complicada es que no reincidan, porque como explica Marín "pueden institucionalizarse y ver la vida en prisión como lo normal". Para ello, Feaps está impulsando una nueva línea de trabajo en el reformatorio, "para evitar que ya desde jóvenes se conviertan en carne de cañón", ilustra.