He de confesarles que soy persona de ánimo perezoso, y por ello no suelo contestar las felicitaciones navideñas que me llegan ni agradezco personalmente los aguinaldos (que aún me mandan alguno, no se crean). Pero como sí estoy educado en los convencionalismos de la cortesía, todos los años suelo aprovechar esta columna para devolver los parabienes recibidos y agregar mis saludos a los lectores (en estos audiovisuales días cada lector es un tesoro y hay que cuidarlo como oro en paño), así como un apartado especial para pedir disculpas a las jefas y jefes por cualquier cosa que salida de mi ordenador haya podido molestarles. Tan es así que en plena víspera navideña estuve en una agradabilísima comida donde compartí mantel y conversación con Gustavo Alcalde, presidente del PP aragonés, a quien solicité personalmente su benevolencia y deseé las mayores venturas para el 2005. Faltaría más.

Los políticos son muy felicitadores (de la Navidad y de casi todo). Algunos mandan unas misivas muy personalizadas, como el senador del PAR y ex-presidente de las Cortes aragonesas, José María Mur, que encarga unos libritos muy interesantes y educativos con citas de los clásicos aragoneses y del resto del mundo. El folleto de este año ha resultado ser una recopilación de sentencias (retóricas, no penales) emitidas por personalidades europeas. Me ha gustado mucho la del alemán Konrad Adenauer: "Si el Creador puso tan graves límites a la inteligencia humana, parece injusto que no haya señalado también límite a la estupidez". Aunque la mejor sin duda es la famosa frase del húngaro Franz Liszt: "Ama al pueblo, pero evita la muchedumbre".

En fin, que ustedes lo pasen bien. Si son fervientes partidarios de la Navidad, disfrútenla como es de rigor, con su familia y demás prójimos; si les puede el ramalazo canalla y librepensador, métanse en la juerga que les toque y diviértanse a modo. Abríguense bien y, si beben, no conduzcan.