La nueva ministra de Igualdad, que habla con tal precipitación que parece que se acaba el mundo, se ha estrenado con dos perlas extraordinarias, producto quizá del anunciado «asalto a los cielos», que va quedando en mero amago volatinero, de momento.

La primera ha sido anunciar que la sociedad va a dejar de estar gobernada «exclusivamente» por hombres; y lo ha dicho así, tan rotunda, como si por la historia no hubieran pasado desde Zenobia de Palmira e Isabel I de Inglaterra a Indira Ghandi y Benazir Bhutto. Lo cierto es que el poder ha estado en manos mayoritariamente masculinas y controlado, dominado y ejercido por un sistema patriarcal retrógrado y cerril; pero cuando ha habido mujeres al frente de algunos gobiernos, no siempre se han producido avances sociales y feministas. Y si no que se lo pregunten a los británicos que vivieron el periodo en que Margaret Thatcher fue primera ministra del Reino Unido, o a los judíos expulsados y a los musulmanes convertidos a la fuerza (bueno, a estos ya no les pueden preguntar) por Isabel I de Castilla y León.

Iguales ante la ley

La segunda ha sido aún más curiosa. La ministra nombra a la señora Alba González, de raza blanca caucásica ella, Directora General de Igualdad de Trato y Diversidad étnico-racial, que así se llama el nuevo departamento, y va y dimite a las pocas horas porque dice que no pertenece a «colectivos de personas racializadas», y no quiere molestar. La palabra racializar, que también ha usado la ministra, no existe en el diccionario de la RAE, aunque hay otros que la emplean con significado de «clasificar o describir a las personas según su raza». Vaya, y yo que pensaba que la nueva izquierda española estaba de acuerdo, como señala el artículo 14 de la Constitución, con que «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de raza». Pues parece ser que no, que para ocupar esa rimbombante dirección general hay que ser negra o asiática o amerindia, o vaya usted a saber, siempre que se sea una persona racializada, eso sí.

Resulta que, por primera vez en democracia, al menos de manera tan manifiesta, se elige a un alto cargo en función de su raza y no de su capacidad o de su competencia.

Rita Bosaho, una mujer negra española nacida en Guinea Ecuatorial, es la sustituta de González. La señora Bosaho fue la primera diputada negra en el Congreso de los diputados y es una gran activista de los movimientos contra el racismo. Ojalá no se le olvide que «racialismo» es lo mismo que «racismo».