Todos los negocios han padecido las consecuencias de la crisis, especialmente aquellos destinados a la fiesta y el ocio. Acostumbrados a estar en contacto con la gente, los feriantes se han visto solos con la llegada de la nueva normalidad. «El Gobierno nos tiene abandonados, no nos ha colocado en ningún sitio de la desescalada. Nos tienen olvidados y no sabemos cuándo vamos a poder funcionar», afirma Ángel Barata, presidente de la Asociación Provincial de Industriales Feriantes de Zaragoza.

El Gobierno de Aragón ha previsto la suspensión de todas las fiestas patronales de los pueblos y ciudades. Más que una celebración, son el sustento de las orquestas, parques infantiles, compañías de teatro... y, por su puesto, ferias. «No podemos ir a un pueblo sin fiestas a plaza muerta porque la gente de fuera no va a venir y los padres tienen miedo porque todavía tenemos el peligro en la calle», indica Ángel Barata.

Entre 700 y 1000 personas viven de las ferias en la provincia de Zaragoza y más de 30.000 en toda España. Aprovechan los meses de invierno para reparar y pasar las revisiones anuales de sus atracciones. Si no se reincorporan podrían alcanzar los 18 meses sin actividad. «Entendemos que la situación no es culpa de nadie pero nuestro sector está sufriendo, y hay muchos feriantes que se van a tener que retirar de la feria porque esto les va a buscar la ruina», lamenta el presidente.

Preparados

Los Sebastián llevan girando por España desde el año 1931. Iván y sus hermanos forman parte de la tercera generación que cada verano se convierte en nómada. «Tengo la nave en Utebo con todo parado y la situación es muy complicada; tengo gastos, hipotecas, alquileres… Espero que con la nueva normalidad no nos quiten la ayuda», señala Iván Sebastián.

Con tres pistas de autos de choque y un tiovivo, da trabajo a las tres familias y a tres contratados más. «Queremos la misma igualdad que otros negocios, lo nuestro es al aire libre, podemos controlar la entrada y la salida, hacer filas, vallarlo todo, desinfectarlo y tomar precauciones», valora.

A su lado está su compañera Ángela Roy, Angelita. Igual que su abuelo, su madre y ahora, su hijo, estas cuatro generaciones han vivido gracias a la feria. «Necesitamos al público, que haya fiestas, si no la temporada está acabada», apunta. Las barras de los bares, hinchables, pistas de motos y puestos de algodón de azúcar, probablemente se los debemos a ella, y con mamparas protectoras instaladas antes de la pandemia. «Ya nos lo pedía Sanidad y yo no tengo el género expuesto al público. En limpieza no habría problema, podríamos separar en zonas y adaptarlo todo, pero sin fiestas, no podemos montar a plaza muerta, es como si lo montaras en una calle normal y tuvieras que vivir de la gente que pasa todos los días», asegura Angelita.

Ante esta situación, los feriantes ya se han puesto manos a la obra. Son parte del verano y de las fiestas populares. «Queremos formar parte de la desescalada, nos hemos reunido la Asociación de Industriales Feriantes de España para reivindicar que nos han olvidado. Estamos preparando una plataforma para ir todos a Madrid y luchar por nuestra manera de ganarnos la vida», concluye Ángel Barata.