Pronto por la mañana las barras ya estaban montadas. La cerveza y los refrescos estaban enfriando y la panceta comenzaba a chispear en algunas planchas. La temperatura era muy agradable, y gente había, pero se podía caminar sin tener que esquivar a nadie. El sol aparecía por minutos, y por minutos se iba. La Cincomarzada ayer fue como una función teatral organizada en tres actos, con escenarios diferenciados y con protagonistas muy distantes. Unas 100.000 personas, 30.000 menos que el año pasado, fueron las asistentes a la obra.

Acto primero. La mañana. La selección musical no era homogénea. De pronto A quien le importa, de Alaska. Después una cumbia. Después trap. Éxitos de ayer y de hoy para contentar a todo el mundo. Los que estaban por el parque del Tío Jorge desde antes del mediodía estaban organizando más que disfrutando, con las miras puestas en pasarlo bien pero también en que sus posturas quedasen claras. «Esta es una fiesta multicultural, y cada vez más. Hay que disfrutar todos con todos», explicaba una mujer.

Frente al centro cívico del Tío Jorge los payasos Kini, Serrucho y Jano ofrecían un espectáculo a los más pequeños. En la azotea del centro cívico, la banda de la Asociación Musical del Picarral, rodeada de gente, hacía sonar sus instrumentos. Las dos últimas canciones fueron El chacachá del tren y el himno del Real Zaragoza. Con la primera, una veintena de mujeres se levantaron y organizaron una improvisada conga. Y con la segunda, los vítores sonaban al compás de las palmas.

«¡Otra, otra!», gritaban cuatro amigas desde sus asientos cuando acabó el concierto. «Queremos un bis pero no nos hacen caso», asumía en voz alta una de ellas. Llevan viniendo desde que eran pequeñas, pero no recuerdan cuantos años. 41 hace desde que se celebró la Cincomarzada por primera vez. «Uh, entonces la primera vez que vine no era tan joven ya», reía otra.

Segundo acto. La llegada. Conforme el público desalojaba la azotea, llegaba al Tío Jorge la tradicional marcha de los barrios. Portaban sus reivindicaciones en carteles redondos, los mismos con los que protestaron frente al ayuntamiento mientras se votaban los presupuestos en enero del Gobierno de PP-Cs. Cada pancarta, un barrio y una petición. A los marchantes les acompañaban una treintena de cabezudo.

Una vez en el escenario, Manuel Arnal, presidente de la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza (FABZ), tomó la palabra para leer el manifiesto. Antes avisó de que ningún representante del Gobierno de la ciudad recogería sus demandas, algo que no había ocurrido «nunca en 41 años». La ausencia se debió a la presencia de los jardineros, que avisaron de que si la vicealcaldesa, Sara Fernández, subía al escenario, reventarían el acto.

No hizo falta que subiese para que al final los huelguistas cobraran un protagonismo, puesto que la de Ciudadanos fue increpada de todas maneras. No gustó el gesto de los trabajadores de Parques y Jardines a la FABZ, ya que enturbió un acto en el que también homenajearon a tres representantes de las diferentes asociaciones de la federación.

En la lectura del manifiesto, Arnal pidió al Gobierno de PP y Cs «un esfuerzo extra para evitar que se creen más zonas de exclusión» en la ciudad. El presidente de la FABZ hizo mención también de la situación de la vivienda en la ciudad y pidió leyes para evitar el incremento «abusivo» de los alquileres.

Tras el manifiesto, la Comisión de la mujer de la FABZ subió al escenario en un acto que sirvió como previa de la manifestación que tendrá lugar el domingo por el Día Internacional de la Mujer. «En tiempos en los que se burla el feminismo, nosotras nos seguimos reivindicando para disfrutar en común», gritó la oradora. Antes de acabar, presentó el siguiente acto: un espectáculo de música country. Country, feminismo, reivindicación vecinal y un escrache en media hora. Los asistentes estaban ante el punto álgido de la función.

Tercer acto. Peñistas y entidades. En dos calles bien diferenciadas se dividía el parque del Tío Jorge. Una de ellas era la de las peñas y otra la de las asociaciones y organizaciones. En este pasadizo rodeado de puestos, las diferentes entidades trataban de colocar sus mensajes y vender merchandising para financiar su actividad. Stop Desahucios ofrecía diademas a voz en grito pero sin perder «el buen rollo».

En otras carpas: Purna, CNT, Podemos, Izquierda Unida, diferentes partidos comunistas, ZeC, CHA... Nadie por allí se explicaba cómo el alcalde Jorge Azcón no había hecho acto de presencia. Ajenos a todo estaban las peñas. Cada una con su barra pero todas con un denominador común: comida y bebida a raudales. El ambiente era el de siempre, el de todos los años, aunque a eso de las 13.00 horas el cielo amagó con amargar la fiesta. Fueron solo 10 minutos de lluvia que poblaron las carpas y los bajos de los cipreses del parque.

La fiesta se despidió con una batukada, pero a todos se les quedaría en la memoria el country, las denuncias de la FABZ, los gritos de los jardineros y el dolor de cabeza al día siguiente.

Escena extra. Barrio del Oliver. En el parque de este barrio zaragozano también se celebró, como es tradición, la Cincomarzada. No fueron 100.000, fueron 30 para comer. Por la lluvia, se recogieron pronto, pero antes los vecinos pudieron disfrutar al ritmo de la charanga primero y con los toques de la cofradía de la parroquia del barrio después. Redoble final.