Numerosos desconocidos arroparon a Braulio Bermúdez durante su despedida. Los niños del colegio, que al igual que el resto de la comitiva fúnebre nunca le habían visto, sujetaban una pancarta con la palabra gracias . Aunque el final de su vida podría confundirse con el inicio de una novela de García Márquez, lo cierto es que su historia, al menos la parte que se conoce, tiene más visos de convertirse en un cuento de Navidad. La diferencia está en que se trata de un caso real.

Braulio ya no podrá recibir el reconocimiento de su pueblo, únicamente porque no quiso. Prefirió permanecer en el anonimato, no "levantar mucho ruido" como explicaba en una de sus últimas misivas al Ayuntamiento de Villalengua. Ana Isabel Villar, actual alcaldesa, asegura que recibía con "mucha ilusión" cada una de sus cartas. "Nunca comprendí cómo podía existir una persona tan generosa", confiesa ahora.

Pero la verdad es que Ana Isabel tampoco llegó a conocerle, ni siquiera habló con él por teléfono. La primera llamada que recibió la alcaldesa desde la residencia de Deusto --donde Braulio pasó sus últimos años--, la efectuó una asistenta para notificar su fallecimiento el pasado 8 de noviembre. Según su último deseo, el cuerpo regresó esa misma tarde a Villalengua, donde había nacido en 1911, pero de donde se había marchado hacía nada menos que noventa años.

El último retorno

Braulio relataba recientemente en una carta que su padre emigró a Vizcaya "a trabajar como obrero" tras varios años de pérdidas agrícolas por las inundaciones del río Manubles en la primera década del siglo pasado. Allí --como indica a continuación--, no le fueron "mal las cosas". Pero de aquel niño no se volvió a saber nada en el pueblo durante casi ochenta años, hasta que en 1989 se puso por primera vez en contacto con el Ayuntamiento de Villalengua para constituir la Fundación Braulio Bermúdez.

Con casi ochenta años, Braulio decidió donar 18 millones de pesetas para que los "niños pobres" del municipio pudieran cursar estudios superiores. De 1993 a 1997 Braulió costeó los estudios a varios jóvenes del pueblo, con becas de hasta 50.000 pesetas mensuales.

Desgraciadamente, a causa de unas "irregularidades" del patronato, formado por el alcalde, el cura y el maestro del pueblo --según explica Braulio en una carta--, en 1997 se paralizó su actividad, aunque mantuvo su capital. Tras el cambio de ayuntamiento el año pasado, su fundador se puso en contacto con la nueva alcaldesa para reactivarla.

"Lo que más me sorprendió fue la primera carta que llegó a mis manos. Había oído hablar de él, pero hasta que no lo comprobé no terminé de creerlo", explicó la alcaldesa, Ana Isabel Villar.

Este personaje, que parece sacado de un cuento navideño, no regresó a Villalengua hasta que estuvo seguro de que nadie podría agradecerle lo que había hecho. Sin embargo, el ayuntamiento ya ha pensado poner su nombre al futuro parque infantil.