El día de la vuelta al colegio después de todo el verano nunca es un día normal. Y menos lo es en el 2020. Los nervios suelen ser los protagonistas durante esta jornada, pero esta vez han cambiado de bando: son los padres los que más histéricos se muestran ante la vuelta a las aulas. Y esto se pudo constatar este jueves a las puertas del Lycée Molière de Zaragoza, cuyos estudiantes se han convertido en los primeros en volver a las aulas, cuatro días antes que el resto de los niños aragoneses.

«Ayer haciendo la mochila le metí la botella de agua a mi hija y después estuve buscándola media hora. No estaba en lo que tenía que estar», comentaba una mujer a las puertas del centro. Junto con otros dos padres estuvieron un rato largo charlando después de dejar a sus hijos, y la sensación en el entorno era que todos estaban viviendo un momento histórico: el regreso al colegio después de cinco meses en el año del covid-19.

«Estamos nerviosísimos. Mira, antes me comentaba otra madre que estaba más nerviosa hoy  (por ayer) que la primera vez que iba a llevar a su hija al colegio, y eso que en aquella ocasión iba a dar a luz al día siguiente. Imagínate cómo estamos todos», decía ella, llamada Ruth. Los otros dos, Paco y Cristina, reían y asentían.

Alrededor del Molière se han vuelto a ver las imágenes típicas de un colegio a pleno rendimiento: tráfico, coches en segunda fila (con las consecuentes multas de la Policía Local, que ha puesto varias en el párking que hay detrás del centro), autobuses de un lado para otro, mochilas de ruedas...El problema es que ahora hay que tratar de mantener la distancia física y en algunos momentos se han producido pequeñas aglomeraciones de padres y niños que han sido rápidamente organizadas por los responsables del centro. «Creo que en el colegio han hecho todo lo que pueden. Esta mañana ha habido un poco de jaleo, pero es imposible prevenirlo todo», comentaba el hombre del grupo de padres. La conciliación, por cierto, era en parte la culpable de los nervios, según confesaban: «Tengo dos hijas y cada una sale y entra a una hora. La primera semana, hasta que nos acostumbremos, va a ser un caos», decía otra madre. «Llevo tres días comiéndome la cabeza para ver cómo organizarme. Me gustaría que hicieran algún deporte por la tarde pero todavía no se sabe si va a haber extraescolares. Vamos a tener que buscarnos la vida», zanjaban entre los tres.

Tiempo y dinero

A las puertas del colegio, el director general del centro, Noël Jégou, ha ido saludando a todos los que entraban. Los pequeños se tenían que organizar en filas y al entrar se desinfectaban los pies en una alfombra y las manos con gel. El jueves entraron la mitad de los alumnos de infantil, primaria y primero y segundo de la ESO, mientras que el viernes lo harán los demás. «En la parte de infantil han estado muy tranquilos, pero en primaria los padres estaban más nerviosos porque han llegado todos a la vez. Queríamos evitarlo, pero imagino que en los próximos días todo será más fluido», decía Jégou.

En el centro han invertido «mucho tiempo y dinero» en asegurar sus aulas frente al covid: cada clase de infantil y primaria será una burbuja que no se relacionará con el resto, mientras que secundaria lo han dividido en «sectores estancos», cada uno con su baño y su entrada diferente al colegio. El Molière, que sigue el calendario escolar francés, ha sido el primer colegio en comenzar el curso de manera oficial. El lunes le toca al resto.