Los teléfonos de la central de llamadas del 112 en Aragón no pararon de sonar durante el paso de la borrasca Filomena. En solo tres días, los de mayor impacto del frente frío que barrió la comunidad de sur a norte, se registraron más de 3.800 avisos de personas, pueblos y ciudades que pedían ayuda.

El 8, el 9 y el 10 de enero, Protección Civil recibió 1.100, 1.400 y 1.300 llamadas, respectivamente. Ese aluvión de telefonazos de auxilio coincidió con el segundo fin de semana de enero y disparó en un 80% el volumen habitual del servicio de emergencias del Gobierno de Aragón, que es de unas 700 peticiones de intervención diarias.

A medida que la borrasca avanzaba y dejaba nieve en toda la comunidad, aumentaban las situaciones que requerían una rápida actuación: desde granjas incomunicadas por la nieve a carreteras bloqueadas por el hielo. De las nevadas no se libraron ni las ciudades ni las zonas rurales. En las partes más altas de las provincias de Zaragoza y Teruel (no tanto en las de Huesca) se acumularon espesores de medio metro de nieve en los puntos más expuestos, mientras que en la capital aragonesa cayeron copos 24 horas sin parar durante el fin de semana, hasta quedar cubiertas todas las calles y zonas verdes.

Por ello el 112 echó mano de inmediato de sus enormes recursos humanos y materiales, fruto de su coordinación con los equipos de emergencia de distintas administraciones, hasta totalizar unos 5.000 efectivos repartidos por toda la comunidad. Asimismo, Protección Civil activó el protocolo para que interviniera la Unidad Militar de Emergencias (UME), que desplegó más de 200 hombres, en dos equipos, primero en el Maestrazgo y Daroca y, a continuación, en el somontano del Moncayo, donde numerosos pueblos habían quedado prácticamente aislados al cubrirse de nieve sus vías de acceso.

800 voluntarios

Ni la UME ni el Cuerpo Nacional de Policía ni la Guardia Civil forman parte directamente de Protección Civil, pero estos cuerpos se activan siempre que la gravedad de la situación lo requiere, explica Carmen Sánchez, directora general del 112 del Gobierno de Aragón. El servicio de emergencias autonómico dispone de más de 800 efectivos de carácter voluntario y tiene a su disposición las policías locales y los bomberos de las distintas instituciones, así como la Unidad de Policía Adscrita.

Gran parte de los problemas desencadenados por el temporal se produjeron en la red de carreteras, donde el Gobierno central, la DGA y las diputaciones provinciales tienen competencias en función de la catalogación de la vía. Por eso fue fundamental el papel desarrollado por los equipos antiincendios de las diputaciones de Zaragoza, Teruel y Huesca, donde recientemente se ha creado un cuerpo de bomberos de ámbito provincial (SPEIS).

La nieve cayó en grandes cantidades en el Sistema Ibérico, que cruza Zaragoza en dirección noroeste-sureste y ocupa la mayor parte de la provincia de Teruel. Pero también lo hizo en otras zonas más bajas, como Monegros y el valle del Jiloca, una zona llana pero situada entre 800 y más de mil metros de altitud.

«Gracias a las máquinas de la Diputación de Teruel, que ha hecho pasar sus quitanieves continuamente, no nos hemos quedado aislados», afirma Jaime Barrado Lidón, alcalde de Bello, una localidad situada junto a la laguna de Gallocanta que batió el récord nacional de temperaturas mínimas la noche del 11 al 12 de enero con 25,4º grados centígrados bajo cero.

Calles heladas

Calles heladasOtra cuestión, todavía no resuelta del todo, fue despejar la nieve en el interior de las poblaciones, tarea en la que aún andan implicados varios ayuntamientos, entre ellos el de Teruel, que moviliza a diario toda su maquinaria para retirar la nieve helada que se resiste a desaparecer de sus calles debido a las heladas nocturnas.

«La Dirección General de Protección Civil no tiene un carácter inversor», precisa Carmen Sánchez. «Nuestra labor está relacionada con la coordinación de cuerpos de emergencia», matiza. Por eso el presupuesto del departamento no llega a 4,5 millones de euros. Pero, insiste, «las más de 5.000 personas de la estructura no dependen de nuestro presupuesto».

Además de atender las emergencias y de coordinar los operativos, Protección Civil también elabora proyectos normativos en materia de emergencias y desarrolla programas de prevención y autoprotección. «Estamos muy al tanto de todos los planes de protección de comarcas y ayuntamiento, en los que hacemos un papel del asesoramiento y colaboración», puntualiza la máxima responsable del 112.

En realidad, Filomena Filomenacogió preparados a los servicios de emergencias aragoneses, que ya en enero del 2020 tuvieron que movilizarse para hacer frente a la borrasca Gloria, que fue mucho más destructiva. Además, sus efectivos están curtidos en las recurrentes riadas del Ebro, los incendios forestales que asuelan Aragón en verano y las periódicas nevadas y lluvias torrenciales.

El Ejército se desplegó en las comarcas más afectadas

La Unidad Militar de Emergencias (UNE), un servicio creado en el 2005 y que recibe un presupuesto aproximado de 31 millones anualmente, cuenta con cinco sedes en España, una de ellas en la Base Aérea de Zaragoza. De allí partieron el segundo fin de semana de enero dos convoyes que fueron a limpiar carreteras, caminos y pistas a las comarcas del Maestrazgo y del Campo de Daroca, dos de las zonas más afectadas por la borrasca. «En la capital aragonesa contamos con todo tipo de maquinaria, incluidas seis quitanieves, y somos autosuficientes», señala la brigada Raquel Ramiro.

Esta unidad dispone de su propio equipo de transmisiones, trasladable, lo que aumenta su autonomía. Y es precisamente esa capacidad de desplazamiento la que hace que la UME pueda participar en misiones en cualquier punto de España y del extranjero. Sus vehículos tipo oruga, anfibios y todoterreno la hacen muy versátil, como ha demostrado en las riadas del Ebro del 2015 y del 2018.

Recientemente, a raíz de la crisis del coronavirus, el 4º Batallón de la UME (el ubicado en Aragón) ha realizado dos misiones de gran importancia, una para desinfectar residencias y otros lugares sensibles y otra para formar a sus rastreadores con el fin de evitar la propagación de la enfermedad. Con todo, sus intervenciones más numerosas son en incendios forestales, inundaciones y, como en el caso de Filomena, en fenómenos meteorológicos adversos.