La gestión económica de los últimos tres años y medio en el Ayuntamiento de Zaragoza puede que sea el mayor logro de un Gobierno en minoría que quizá no ha sido capaz de invertir todo lo que los barrios necesitan pero al menos se ha desprendido del yugo del Ministerio de Hacienda. Este mismo año formalizó su salida del plan de ajuste que le tenía intervenido desde el 2012 y sus niveles de endeudamiento son los más bajos desde la Expo del 2008. Aunque el propio ministerio le ha puesto en apuros prohibiéndole captar créditos por la manida discusión sobre si debe computar o no la deuda del tranvía (233 millones de euros) que dispararía las cifras actuales, lo oficial por ahora es que el global a largo plazo está rondando los 720 millones y eso sitúa la ratio en el 98% de los ingresos totales, ya lejos del 110% que obliga la ley y, asegura Zaragoza en Común (ZeC) cuando finalice el 2018 aún bajará al 92%. Su responsable, Fernando Rivarés, puede presumir de haber conseguido aprobar tres presupuestos de este mandato sumando el apoyo de la izquierda y congelando impuestos, o la presión fiscal. Sus números han permitido aumentar la dotación económica para los servicios públicos, infradotados durante años y aún a mucha distancia del nivel óptimo que exige el ciudadano (sobre todo en la limpieza, por ejemplo); elevar los millones a disposición de unas inversiones que luego no ejecuta; y reducir las obligaciones con los bancos, que en el 2015 se refería a ellos como «los de la usura» y ahora cumple obediente con sus cuotas. Pero al menos puede sacar pecho de tener saneadas las cuentas, que es mucho para un Gobierno de ZeC necesitado de medallas. En la cultura, destaca su apuesta por el talento local, su impulso a los proyectos de gestión comunitaria y colaborativa, y la descentralización. Con las fiestas del Pilar como ejemplo, no siempre aplaudido, su idea ha tambaleado el esquema tradicional y repensarlo desde la calle. D. L. G.