A poco menos de un mes para el inicio de las clases, todo marcha «perfectamente en plazo», aseguran desde la Universidad de Zaragoza. El traslado obligado por las obras de la ansiada reforma de la Facultad de Filosofía y Letras, que comenzarán en septiembre y se prolongarán durante tres años, afronta su recta final con la sensación de que lo peor ha pasado ya. «Había mucha inquietud al principio, pero ha sido esencial el apoyo de todos los servicios de la universidad. Hubo tensión por readecuar espacios, por montones de cajas… pero ahora hay más tranquilidad. Lo importante es que las pequeñas obras están en plazo y así nos lo trasladan los técnicos en las tres reuniones que hemos tenido hasta ahora, la última esta misma semana», indica Ángel Pueyo, vicedecano de Infraestructuras de Filosofía y Letras del campus público.

Así, ya se ha culminado el traslado de los servicios centrales, así como el de las dependencias de los profesores -a excepción del departamento de Geografía y Ordenación del Territorio, que se ubicará en un edificio preindustrializado-. También se han movido los laboratorios y las aulas y han concluido las obras del plató de televisión y se han acondicionado las salas de informática. Asimismo, también se han desplazado libros de los despachos a la biblioteca María Moliner y se han acabado de trasladar cajas con destino a la cápsula del tiempo -un gran almacén donde los profesores guardan cajas con material-. En la actualidad se están trasladando y probando los equipos multimedia.

«Se diría que entramos en la fase final. Estamos inmersos en una labor que puede no verse tanto, como la recuperación de elementros electrónicos, cerraduras o mobiliario», subraya el vicedecano, que asegura tener ya elaborados y publicados los horarios de todos los grados y másteres, así como la reasignación de aulas.

No hay temor al caos. Ni siquiera un exceso de preocupación ante unos primeros días que se presumen presididos por cierto grado de confusión motivada, principalmente, por la dispersión de alumnos en numerosas sedes distintas. En ese sentido, la universidad, que prioriza la «menor movilidad posible» de los estudiantes y, sobre todo, las instrucciones aportadas por la oficina de la diversidad en cuanto a los alumnos con necesidades especiales, prevé que, aunque la facultad va a utilizar espacios de todo el campus, la «normalidad» presidirá el comienzo de un curso muy especial.

«Ya en mayo se empezaron a prever muchas de estas cuestiones, pero es que en febrero ya hubo una reunión con los servicios técnicos, el decanato y el vicerrectorado y se hizo un plan de desarrollo de cerca de 50 páginas, a patir del que, con pequeños cambios, se está llevando a cabo la reorganización de servicios, espacios y departamentos. Estamos ante un modelo muy planificado», asegura Pueyo.

Pero la palabra que más repite el vicedecano es «solidaridad». La que, en su opinión, han derrochado «todos los estamentos de la universidad». Es el caso de algunos profesores y catedráticos con despachos de hasta 20 metros cuadrados que ahora pasarán a disponer de un espacio mucho más reducido y compartido. «Aunque también los había que trabajaban en un cuarto de apenas cuatro metros cuadrados. Ahora, gracias a la colaboración, comprensión y sacrificio de todo el personal, será todo más equitativo», expone el vicedecano.

Este respaldo se manifiesta, asimismo, en la cesión de espacios de muchas dependencias universitarias, como las Facultades de Derecho, Medicina, Ciencias o Educación, entre otras muchas. «Los recursos son ajustados y todas nos han cedido gustosas aulas, seminarios u otros espacios», incide Pueyo.