Algunos filósofos, como Carlos Fraenkel, están intentando tender puentes entre Oriente y Occidente, entre palestinos y judíos, entre comunidades con graves diferencias religiosas o éticas a través de la enseñanza de los grandes nombres de la historia de la filosofía, desde Platón a Nietzsche, desde Maimónides a Spinoza.

El resultado son unos cuantos seminarios repartidos por medio planeta y un libro recientemente traducido al castellano por el sello Ariel: Enseñar Platón en Palestina. Filosofía en un mundo dividido.

Volumen que viene precedido de críticas como estas: "Tan subversivo y fascinante como leer Lolita en Teherán" (Avishai Margalit). "Fraenkel entiende que la filosofía es un elemento esencial de la cultura del debate, saca las convicciones del claustro y las pone a prueba en Makasar o Jerusalén oriental" (Joshua Cohen).

¿Puede Platón ayudarnos a entender los fenómenos convulsos que actualmente están encadenándose en el mundo? ¿Cómo explicarlos, cómo solucionarlos? ¿Sería la argumentación lógica, científica, establecida sobre las bases universales de la razón la piedra filosofal --nunca mejor dicho--, de acuerdos intercontinentales, interreligiosos, interclasistas?

Ese y no otro es el uso que el profesor Fraenkel, de las universidades de Oxford y Montreal, pretende conferir a la llamada ciencia del conocimiento o la verdad, aplicándola, más que rebajándola, a una calidad de herramienta práctica ligada a los problemas de la vida cotidiana de nuestras sociedades. Como Sócrates, Fraenkel somete a interrogación casi todo aquello cuanto piensa o deduce. ¿Tiene sentido cuestionar o defender la existencia de Dios ante un grupo de devotos musulmanes? ¿Las técnicas socráticas de afloración de la verdad podrían llegar a destruir los dogmas de una secta religiosa? ¿Cuál es la mejor manera de abordar un debate sobre justicia social en las favelas de Río, o sobre el legado del colonialismo en una provincia de Sumatra?

En las clases de Fraenkel los alumnos no se limitan a arañar suavemente sus herencias ideológicas, genealógicas o religiosas, sino que profundizan en sus raíces hasta desnudar las ideas en su concepto nuclear y, a partir de allí, volver a razonar abiertamente e intentar dialogar con el opuesto en busca de terrenos de entendimiento.

Una buena idea, un mejor trabajo y, quizá, una solución.