Los diversos gestores que manejan Zaragoza (no todos los cuales se sientan en el Concejo) reinventan la ciudad cada día, en un hacer y deshacer explicado a posterii mediante los argumentos más peregrinos y simples (en su acepción de idiotas, quiero decir). Desintegrar la ciudad mediterránea y recalificar a manta no ha evitado por supuesto que los pisos valgan un Potosí, pero a cambio la capital de Aragón está fraguando un futuro de ciudad dislocada, cara de mantener, supeditada al automóvil privado e incómoda. La multiplicación de suelo urbanizable se efectúa prescindiendo de toda planificación y olvidando adrede tanto el coste de los servicios (desde el transporte y la policía hasta la enseñanza y la sanidad) como la calidad de vida de los futuros vecinos y la movilidad del tráfico. La gente se compra un adosado al lado de la autovía y luego pide desesperadamente pantallas antirruido. Pero... ¿a quién diantres se le ocurrió autorizar la construcción de viviendas en semejante lugar?

Todo tiene su intríngulis. ¿Cómo se puede defender los intereses de los pequeños comerciantes impulsando al mismo tiempo desarrollos urbanísticos a la anglosajona hechos a la medida de las grandes superficies? ¿Cómo cabe desarrollar una economía rural diversificada y sostenible en el Pirineo apostando en exclusiva por el esquí, agobiando los valles con urbanizaciones a la mediterránea y obviando los valores paisajísticos, arquitectónicos y medioambientales? ¿Qué clase de oferta turística vamos a tener si se olvida la singularidad y el encanto y se impulsa la masificación y las segundas residencias?

Hay que externalizar la Sanidad y la Enseñanza contratando con la empresa privada, dice Biel para que se note que va por la derecha. Y la polémica queda ahí enclavada, en un sí o no, sin debatir sobre la situación actual de dichos servicios, sus objetivos, las políticas a medio y largo plazo... ¡Pues anda que no tiene busilis el tema!

(Continuará)