A Miguel Ángel Planas le cambió la vida "de la noche a la mañana" en el 2006. Un ictus tuvo la culpa. Mecánico de profesión, este turolense afincando en Zaragoza quedó paralizado del costado izquierdo de su cuerpo y pasó de ser una persona autónoma a dependiente. "Dejé de trabajar, me pasé seis meses ingresado en un hospital y cuando me dieron el alta me sentí desangelado, porque tuve que buscarme la vida para afrontar un día a día lleno de dificultades", recuerda Miguel Ángel.

A sus 60 años, Planas dice que se siente "feliz" porque gracias a la ayuda de los profesionales de Atecea ha logrado dejar atrás la silla de ruedas para caminar con una muleta y también ha recuperado la voz, ya que la enfermedad le dejó "muy tocadas" las cuerdas vocales. "Antes no hablaba nada y el logopeda ha vuelto a conseguir que lo haga. Y muy bien, ¿no?", pregunta, al otro lado del teléfono.

Aunque ha tenido que dejar de lado muchas aficiones como la caza --"iba todos los domingos", añade--, este aragonés no se considera "al margen" de la sociedad. "En un momento sí que sentí que se me iba la vida, porque fue muy duro. Psicológicamente es un golpe bajo, pero con la ayuda de mi mujer y de mi hijo me agarré a la vida y he logrado recuperar mucha autonomía, porque cada vez que puedo salgo con mis amigos a jugar al guiñote y a tomarme unas cervezas, pero sin alcohol, ¿eh?", remarca.

Más recursos

Planas insiste en que la ayuda por parte de las Administraciones es "nula" a día de hoy. "Deberían involucrarse más. Necesitamos ayuda y apoyo todos los días de la semana y cada día nos sentimos menos considerados. El día que a mi el neurólogo me dio el alta no supe qué hacer ni dónde ir, porque yo mantenía mis secuelas, pero en un hospital ya no me iban a tratar. Gracias a Atecea volví a sentirme útil en el día a día", apunta este afectado.