Un tumor con alto grado de malignidad truncó las ilusiones de Vanesa Gómez y su marido de volver a ser padres. Solo tenía 35 años y un cáncer de ovario le enseñó afrontar la vida de otra manera. «Me vaciaron entera y fue un golpe duro», dice. Tenía infecciones habituales y el susto llegó con un sangrado. «Fui al urólogo, me hicieron una ecografía y vieron un tumor de 7 centímetros en el ovario», recuerda esta zaragozana.

Hoy se celebra el Día Mundial contra el Cáncer y de la experiencia de Gómez hace ya casi dos años. «El momento del diagnóstico es horrible», señala y, aunque todo «fue muy rápido», no olvida el «impacto» que le provocó la noticia. «No piensas que te puede pasar a ti y lo primero que me venía a la cabeza era mi hija, que entonces tenía 6 años. Además, llevábamos un año intentando tener otro hijo e, inmediatamente, pensé que eso ya no podría ser», cuenta. «Fueron muchos momentos bajos a la vez. Se te para el mundo entero», asegura.

Este año, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) quiere incidir en la importancia del apoyo psicológico y, en el caso de Vanesa, ella «siempre» lo tuvo presente. «Aunque contaba con el apoyo familiar y con el de mi marido, sabía que esto se me iba a quedar grande. Fui yo, por voluntad propia, quien me puse en contacto con ellos. Recuerdo que era Navidad, yo estaba en la habitación del hospital y les llame», cuenta.

La AECC en Zaragoza fue, desde ese momento, su gran aliada, aunque Gómez ya sabía lo que era recibir ayuda psicológica. «Al nacer sufrí un infarto que me produjo una parálisis en la pierna y en el brazo derecho. He estado bastante vinculada con los psicológicos por esa situación sabía que me podían echar una manos», explica.

En la asociación ha participado en terapias de grupo donde, junto a varios pacientes, se aportan comprensión mutua. «Es la mejor terapia porque compartes con gente que te entiende por lo que estás pasando», cuenta Gómez. La aragonesa ha superado el cáncer, pero reconoce sentirse actualmente «bastante mal» por culpa de las secuelas que le dejó el tratamiento de quimioterapia. Estas, que siempre afectan en mayor o menor medida, agravaron en su caso su minusvalía y le provocaron una movilidad mucho más reducida.

INFORMES MÉDICOS

«Mi cáncer se ha curado gracias a Dios, pero los efectos secundarios han sido grandes. Ya no ando como antes, mi movilidad está mas mermada y me encontré con que la Administración, sin yo pedirlo, inició el trámite de invalidez», señala. Sin embargo, se le denegaron. «Pese a los informes médicos y aún reconociendo las secuelas de la quimio me han quedado no me la conceden. He recurrido y estoy a la espera de una solución. Así no puedo volver a trabajar», reclama.

Gómez, quien ya pasó dos años de baja laboral en su puesto de recepcionista en una residencia, todavía no se ha vuelto a incorporar y, ahora mismo, tiene una baja por depresión. «Me caigo con frecuencia, mentalmente estoy débil, y no puedo asumir una jornada de trabajo», dice.

La paciente indica que cuenta con informes de su oncólogo y médicos donde le precisan que se le debe reconocer la incapacidad, pero la Administración se ha echado atrás. «Dice en su respuesta que puede haber una posible mejora de los impedimentos, pero no es así y mis médicos tampoco entienden que me lo denieguen», añade.

«La rabia que te queda es que, después de todo, quienes no nos recuperamos bien encima tenemos que pasar por estas denegaciones de incapacidad. Es incomprensible», dice.

Mientras espera a ver qué pasa con ese papeleo, Gómez, a sus 37 años, siente que le quedan «muchas vidas por delante» y solo se viene «un poco abajo» cuando tiene que acudir a las revisiones médicas. «Antes de ir a la cita me doy un buen chute de psicólogo, porque siento un miedo atroz, paralizante, por si sale algo otra vez o las cosas no van como deberían», reconoce.