Las precipitaciones de nieve y las lluvias torrenciales registradas entre el 21 y el 24 enero en Cantabria, Burgos y Álava han provocado una fuerte crecida del caudal en la cabecera del Ebro. Pero esta avenida, que reviste carácter extraordinario aguas arribas de Castejón de Navarra, se transformará en una crecida ordinaria en el tramo aragonés del río. Es previsible que el cauce se amplíe a costa de los campos más cercanos, en su zona inundable, pero no habrá peligro de inundación para las poblaciones ribereñas.

El agua a su paso por Zaragoza alcanzará este fin de semana hasta 4.5 metros de altura, un metro menos que en el episodio que se registró en abril del 2018. Y el volumen se situará entre los 1.400 y los 1.600 metros cúbicos por segundo, unos valores que se mantendrán hasta el martes, según las previsiones que maneja la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y que están sometidas a variaciones.

En los pueblos zaragozanos situados aguas arriba de la capital esperan la crecida con calma. «El caudal ha estado creciendo todo el día y mañana bajará ya en el tramo aragonés porque en Castejón, de hecho, ya ha empezado a bajar», señaló ayer Luis Eduardo Moncín, presidente de la Comisión de Municipios Afectados por el Río Ebro.

PANTANOS VACÍOS

Moncín indicó que, al ser enero, los daños que pueda causar la corriente que anegue las tierras agrícolas «serán muy inferiores a los que se producirían en primavera, pues la tierra está en una fase de mucha menor actividad».

Desde su punto de vista, el hecho de que en el norte de Aragón no haya llovido y nevado tanto como en las provincias situadas más al oeste ayudará a que el Ebro asimile con más facilidad los nuevos caudales. Además, apuntó el representante de los pueblos ribereños, los embalses de Itoiz y de Yesa están prácticamente vacíos, lo que da mucho margen para embalsar agua de algunos de los afluentes más caudalosos de la margen izquierda.

A ello hay que sumar el hecho de que, «hace una semana, el Ebro no llegaba a los 50 metros cúbicos», un valor más propio del estiaje del verano que del invierno avanzado.

Esa situación ha quedado barrida por las lluvias catastróficas que descargaron sobre las comunidades del Cantábrico, Navarra y el norte de Castilla y La Rioja, que han dejado un reguero de destrucción y han causado la muerte de cuatro personas. En algunos lugares cayeron hasta 400 litros por metro cuadrado, lo que disparó el caudal de los afluentes situados en la cabecera del Ebro, que se vio incrementado además por la rápida fusión de la nieve.

IMPACTO AMINORADO

El impacto de este auténtico diluvio se ha visto aminorado, en el caso de la cuenca del Ebro, gracias a que el embalse situado entre Cantabria y Burgos ha retenido toda la aportación de su zona, con valores máximos de entrada de 400 metros cúbicos por segundo. De no ser así, este caudal se hubiera sumado a los que ya han circulado por Miranda de Ebro, que ha registrado valores del orden de 935 metros cúbicos por segundo.

Claro que esta masa enorme de agua llega debilitada a la comunidad de Aragón debido a que una parte importante de la misma inunda tierras agrícolas a lo largo de toda la ribera, lo que disminuye su fuerza, apunta Luis Eduardo Moncín.