Apenas hace un mes que la presencia de las Fuerzas Armadas, con la Unidad Militar de Emergencias (UME) como visible avanzadilla, comenzó a notarse en las calles y a ser otro síntoma más de lo que la pandemia del conoravirus estaba cambiando las rutinas. Desde ese 15 de marzo en que los camiones rojos patrullaban la capital aragonesa, muchas localidades de Aragón han recibido la visita de los militares para distintas misiones, como se siguen denominando sus cometidos dentro de la operación Balmis. Unas tareas de desinfección, vigilancia y logística que son muy agradecidas por los vecinos, según coinciden las unidades.

Así lo explican fuentes del IV Batallón de la UME, con base en Zaragoza, que ha visto multiplicadas sus actividades que, ahora, comienzan a tener un pequeño respiro. Asignados ahora a un mando único con el resto de las Fuerzas Armadas, su labor ha estado muy centrada en tareas de desinfección de lugares concurridos, desde estaciones de tren a comisarías, pasando por medios de transporte y centros sanitarios, pero sobre todo en residencias. De allí han llegado sus más abundantes peticiones, trabajo y, en cierta forma, alegría por saberse de utilidad.

«Había algunas que no sabían dónde acudir, nos llamaban al extremo, porque tenían casos, bajas de personal y no sabían cómo actuar», explican fuentes de la unidad. «En alguna ocasión tuvimos que mover a 60 o 70 enfermos», y fueron aleccionando al personal sobre cómo establecer zonas separadas para contagiados, con transiciones para protegerse y dejar el material. Con esta sectorización, la incorporación progresiva de medios del Gobierno de Aragón, como Sarga, y la formación que ofrecieron (ellos también la tuvieron que refrescar por parte de la unidad especializada centralizada en Madrid), la situación fue estando más controlada.

Así, comienza ahora una época de desescalada, con días de cerca de 40 encargos por Aragón y las comunidades limítrofes, que ahora van aproximándose más a la decena. «Ahora nos tenemos que centrar en la campaña de incendios, y menos mal que no ha habido riadas, pero la situación está más controlada», explicaban fuentes de la unidad.

El relevo queda en buenas manos, no solo civiles, ya que otras unidades siguen prestando esos servicios de desinfección allí donde son requeridos, entre otros muchos. Una de las más visibles ha sido la Brigada Aragón I, que ha estado desplegada también en Aragón, Navarra y Cataluña para lo que fuese menester.

Sus cometidos, según explican fuentes de la brigada, han sido de tres tipos fundamentalmente, uno de ellos, también, la limpieza de lugares concurridos o potenciales focos de contagio, como las residencias. Hasta finales de esta semana habían participado en 69 misiones de este tipo, gracias a su compañía NBQR (riesgos nucleares, bacteriológicos, químicos y radiológicos) que impartió formación al resto. Las diferentes unidades y regimientos han limpiado residencias, hospitales, juzgados, comisarías o ayuntamientos, entre otros.

Pero también han llevado a cabo misiones de presencia, bien inspecciones o simples patrullas para que la gente, «que quiere ver a sus soldados, porque somos suyos, sepa que estamos ahí». Hasta 169 de estas misiones y controles logísticos han despempeñado, con alguna anécdota vivida cuando a un soldado le tocaba patrullar por su pueblo, o con los vecinos poniendo el himno nacional a su paso.

Además, la Brigada Aragón I ha colaborado con la Policía Nacional y la Guardia Civil en el control de fronteras en las tres comunidades pirenaicas, para que sus efectivos pudiesen desempeñar otras tareas. Seguirán, ya que «la gente está muy motivada, porque esta vez no es una misión en el extranjero, el frente está en casa», explicaban desde la unidad.

Para todas estas misiones hace falta una ingente capacidad de transporte, y quién mejor para proporcionarla que la agrupación logística Aalog-41, también muy implicada en las tareas. Entre otras misiones, se han encargado de instalar y gestionar un establecimiento provisional de acogida de transeúntes en Barcelona, ampliar instalaciones en hospital de Sabadell, transportar 25 toneladas de mercancía al Banco de Alimentos y residencias, ayudar a entidades como Atades y aprovisionar al resto de unidades aragonesas y vecinas, incluso fabricando material.

Ellos, junto a los Pontoneros, construyendo infraestructuras en Cataluña o patrullando en Soria, el EADA de la Fuerza Aérea, con patrullas y otras muchas unidades, seguirán de patrulla hasta que el enemigo se rinda y venza la normalidad.

PROHIBICIÓN DE VOLVER A CASA

La Asociación de Tropa y Marinería Española (ATME) ha denunciado la «decisión repentina» del Ejército de prohibir que los militares que estuvieran desempeñando tareas fuera de su domicilio habitual, en «turnos de varios días y sin horario establecido», puedan volver a casa. Desde este pasado viernes, «miles de militares han tenido que llamar a sus familias para decirles que no pueden acudir a sus casas, que no pueden ir a ver a sus hijos, que no pueden volver a su domicilio familiar cuando terminan su trabajo, como hacen el resto de los ciudadanos», expuso la asociación militar.

«Este fin de semana, miles de militares se van a encontrar separados de sus familias, durmiendo en alojamientos logísticos, compartiendo habitación con dos o tres compañeros más. La Asociación de Tropa y Marinería Española quiere poner en conocimiento la situación que se está produciendo, porque los militares no nos vamos de vacaciones, nos vamos a nuestro domicilio familiar, con nuestras familias», incidió la entidad a través de un comunicado.

Los militares deben tener su domicilio habitual en la localidad donde se encuentra su destino, según fija la normativa, restringiéndoles por tanto la libertad de fijar su residencia donde viven su cónyuge e hijos, lo que se suma a la movilidad geográfica impuesta por los cambios de destino derivados de ascensos, adaptaciones orgánicas o el tiempo máximo de permanencia en la misma unidad.

En el caso de querer fijar la residencia fuera de la localidad de destino, el militar debe solicitar autorización a su jefe de la unidad, que se concede siempre que no se exceda una distancia de dos horas para la posible reincorporación a su unidad si fuera necesario, entre otros condicionantes. Habitualmente no hay problema en su concesión, hasta ahora.