Galdós sentenció en sus episodios nacionales que Zaragoza no se rinde. Puede que tuviera razón, pues todavía es posible disfrutar de sus calles a pesar de los numerosos golpes que ha recibido. Al menos cuando baja la temperatura. En boca del protagonista de la serie, Gabriel de Araceli, el canario adjuntó unas reflexiones bastante más sustanciosas que resultaron premonitorias en demasiados aspectos: «La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos...». Gran parte de la ciudad que combatió en aquellas guerras napoleónicas se esfumó con el paso del tiempo y ahora esas ruinas solo se pueden descubrir con la ayuda de la literatura, los viejos mapas y los grabados oscuros. Con todo, el colectivo Gozarte invita a recorrer una vez por semana aquel escenario de batallas, motines y cañonazos aprovechando el centenario del nacimiento del autor de la novela.

No existe constancia de que el cronista pisara alguna vez la capital aragonesa y es mejor no tomarse al pie de la letra las aventuras de su personajes. Los lectores atentos del sexto episodio pueden detectar alguna imprecisión en las idas y venidas de los defensores por una ciudad cambiante que a primera vista no parece ajustarse a las leyes de la física. Sin embargo, se esconde un conocimiento profundo de aquellas calles entre sus líneas. Posiblemente gracias a algún colaborador cercano. La impulsora de la ruta, Maribel Estébanez, fue la primera en sorprenderse al descubrir aspectos del antiguo trazado urbano que desconocía gracias a la mirada que ofrece Galdós.

Embozados

Un ejemplo: el gran escenario de la novela, la calle del Pabostre, no se parece en nada a lo que existe en la actualidad. Además, su propio nombre lleva a confusiones, pues durante años se consideró que el autor se refería a la calle Pabostría. En realidad, según precisa la coordinadora de la ruta, Araceli se movió por el entorno de la actual Manuela Sancho y la desaparecida puerta Quemada.

La propuesta de Gozarte cumple con las medidas de distanciamiento a las que obliga la actualidad. Aunque los asistentes van embozados no se teme la presencia de franceses infiltrados en el grupo: la gran mayoría de los asistentes a este tipo de propuestas son zaragozanos que quieren conocer más en detalla su ciudad. La quedada es en los cañones del Corte Inglés: no es broma. Pocos saben que allí se vivieron algunas de las batallas más determinantes del asedio. Las piezas de artillería (ahora incompletas) marcan el espacio en el que se encontraba el reducto del Pilar, en las afueras de la ciudad en aquellos años. El actual diseño de la plaza trata de rememorar los elementos de protección en los que se fortificaron las tropas y los voluntarios aragoneses.

Con la ayuda de planos y grabados las guías tratan de trasladar a los interesados a los años convulsos del levantamiento popular. «Para la gente es muy sorprendente descubrir que un espacio tan cotidiano esconde tanto significado», reconoce Estébanez. Los claustros de la iglesia de Santa Engracia quedaron destrozados tras la contienda. Este punto del trayecto es una ocasión conveniente para lamentar la poca sensibilidad con el patrimonio que caracteriza a los gobernantes zaragozanos. Los tiempos eran duros, pero treinta años después de terminada la guerra todavía seguía en ruinas el espacio. Las desamortizaciones del siglo XIX o la especulación urbanística de los años sesenta hicieron el resto. «Es una pena», comentan.

El atractivo de esta propuesta alrededor del Zaragoza no se rinde (que posiblemente se mantendrá durante todo el verano) es indudable. Los Sitios interesan y mucho, motivo por el que desde Gozarte ofrecen múltiples actividades relacionadas con el levantamiento popular. Lo sustancial puede ser idéntico, pero los puntos de vista cambian. Así, ofrecen recorridos que miran las batallas desde el lado francés o una ruta teatralizada que recupera la memoria femenina como punto de partida.

La plaza de los Sitios

La plaza de los Sitios (nunca lo hubieran adivinado) es otro de los lugares en los que se detiene este paseo al amparo del centenario del garbancero (el resentimiento de Valle-Inclán ha calado en demasía). Allí se evoca la figura de personajes históricos como la propia Manuela Sancho (participó en las algaradas con 16 años y se conserva una fotografía suya cuando ya era una anciana... y da la impresión de tener un carácter fuerte) o el propio general_Palafox.

Para terminar con el deambular por la novela Zaragoza se invita a pensar en la calle Cuatro de Agosto como algo más que un conjunto de tascas y bares. Si no es por la ayuda de testimonios literarios, toda esta historia ya estaría fuera del alcance de los visitantes. Queda una lengua viva, queda Galdós.