La directora de El País, Soledad Gallego-Díaz, ha abogado por que el movimiento feminista se centre en los puntos en común y no en buscar siempre "el pequeño matiz", aunque se ha reafirmado en que esta vez las mujeres no van a perder, porque están "muchísimo mejor organizadas" y saben lo que se juegan.

Soledad Gallego-Díaz ha protagonizado junto a la periodista Rosa María Calaf una mesa redonda para reflexionar sobre "cómo feminizar los medios" en las Primeras Jornadas Internacionales Feministas de Zaragoza.

La primera mujer que ha llegado a la dirección del diario El País ha relatado cómo las periodistas no han encontrado obstáculos para acaparar cargos intermedios, en los que había que trabajar más horas, algo con lo que los hombres se sentían cómodos, siempre y cuando ellas no llegaran más arriba.

Ello, sin embargo, no se ha hecho extensible a otros organismos como los consejos editoriales de los medios, donde más se influye y que siempre han sido una "zona de hombres".

Hasta tal extremo que en el momento en el que su periódico debía decidir su postura sobre el aborto, su consejo editorial estaba íntegramente compuesto por hombres, aunque su director permitió acudir a "un par de redactoras" y finalmente el editorial del diario salió defendiendo el derecho de las mujeres al aborto, ha relatado.

"Las mujeres tienen opinión y la saben fundamentar", ha reiterado, cuando muchos hombres hacen opinión y "no la fundamentan".

No obstante, Gallego-Díaz ha subrayado que las mujeres que ostentan hoy cargos de dirección no son "la salvación de nada", sino un modo de promover una distribución más justa y razonable en estos puestos.

Ha rechazado, por otro lado, supeditar los derechos de las mujeres a la desaparición del modelo capitalista, como sí han hecho otras de las conferenciantes en estas jornadas, ya que ello solo retrasaría la consecución de esos derechos.

Frente a ello, ha apostado por "exigirle" al capitalismo que reconozca los derechos de las mujeres, porque no son incompatibles.

Rosa María Calaf, por su parte, ha contado su experiencia desde sus inicios en el periodismo, campo en el que fue una de las primeras mujeres y donde asegura que nunca encontró un "muro", aunque sí "condescendencia" o "paternalismo", además de comentarios del tipo "qué guapa estás" o "qué bien te queda la blusa azul". Ella respondió haciendo lo mismo con los hombres y así comenzó a cambiar la dinámica.

"Ser muy pesada tenía hasta cierto punto sus frutos", ha añadido, y ha considerado que, pese a que es "obvio" que la situación ha cambiado, lo ha hecho más desde el punto de vista cuantitativo que desde el cualitativo.

Sobre cómo feminizar los medios, la excorresponsal de TVE ha destacado la importancia de visibilizar a las mujeres que hacen cosas o de incluir también a mujeres y expertas entre las fuentes y los contactos.

A su juicio, las mujeres son muy buenas comunicando, pero deben trabajar más la creación de redes, formar más en liderazgo a las más jóvenes y aprender a dejar de subestimarse y "enseñar a los chicos a que dejen de sobrestimarse".

Pero cree que no todos los cambios han sido para mejor y, en ese sentido, ha comparado la cobertura que se hizo en su momento sobre la campaña de Geraldine Ferraro, primera candidata a la Vicepresidencia de los Estados Unidos en 1984, con las más recientes sobre Sarah Pallin y Hillary Clinton, que han sido "muchísimo más sexistas".

En este caso, en su opinión, las redes no se han utilizado bien y han ejercido de forma "clarísima" una influencia negativa en cualquier avance.

Además, Calaf ha tachado de "nefasta" para las mujeres la cultura de la imagen en boga en la televisión, que "claramente" perpetúa estereotipos y roles, al igual que lo es la precariedad laboral que impera en el periodismo.

Ha instado al público a preguntarse por qué hay una voluntad de que la excelencia informativa no sea el objetivo de los medios de comunicación y ha denunciado que, ahora que no se elimina físicamente a los periodistas, la precarización de su empleo y conseguir que trabajen peor es "otra manera de eliminar", algo que, además, a las mujeres les afecta doblemente.