Aunque en las últimas semanas los daños por tormentas en Zaragoza y el resto de Aragón sean algo habitual, el resto del año no estuvo libre de ellas. El 20 de marzo, concretamente, una con fuertes rachas de viento causó cerca de 300 incidencias en la capital aragonesa, entre ellas la caída de cristales en la calle Tomás Crespo Agüero al portearse las antiguas ventanas de madera de esa fachada del cuartel de General Mayandía. Y cinco meses después, las vallas y la cinta policial (ya medio suelta) que se puso para advertir del peligro sigue siendo la única actuación que se ha hecho al respecto.

Es solo el último capítulo en la larga historia de desidia del Ministerio del Interior en torno al antiguo cuartel, que aloja a alrededor de 600 agentes de la Policía Nacional y alberga, entre otras dependencias, la comisaría de distrito Centro del Cuerpo. Antes del cambio de Gobierno central, se había anunciado la licitación (y así apareció en el BOE) de unas obras de rehabilitación de urgencia con un presupuesto de 244.000 euros. Nunca más se supo.

DERRUMBES Y RATAS / Este no fue ni mucho menos el primer derrumbe que sufre el achacoso edificio. Una caída de cascotes en la fachada principal, la de la calle que le da nombre, ya obligó a actuar de (relativa) urgencia ante el peligro para los peatones, más aún con el colegio Joaquín Costa al lado. Las vallas en la acera también fueron durante unos meses la única protección visible, pero finalmente sí se saneó esa fachada. Fue la única. En el patio interior, que sirve de aparcamiento para los coches policiales, alguna carrocería ya ha sufrido el efecto de los cascotes, y la única solución adoptada ha sido la colocación de andamios.

En el caso del resto de la fachada, según explicaban fuentes del Sindicato Unificado de Policía (SUP), mayoritario en el cuerpo, el peligro es triple: por un lado, las losas de la parte de abajo, medio sueltas, que de desprenderse no caerían de altura pero fácilmente pueden aplastar un pie, dado su peso; por otro, las antiquísimas ventanas que se portean con facilidad y dejan caer cristales, como se demostró en marzo. Y por último los cascotes de la parte superior, que se han caído ya del resto de fachadas.

A estas deficiencias se unen, como ya denunció el sindicato y constató el Ayuntamiento de Zaragoza en una revisión, las deficiencias interiores: ratas (que también se han comido el cableado de algún vehículo), climatización estropeada, humedades o frecuentes cortes de luz, entre otras muchas. Ni las denuncias ni las inspecciones sirven para que se tomen medidas para una rehabilitación integral.