El reglamento de las Cortes de Aragón deja buena parte de la gestión de los tiempos de un pleno en manos del presidente de la Cámara, porque establece en muchas ocasiones tiempos máximos. De esta forma, debe decidir, en función del tema tratado o de cómo ha discurrido el debate, si permite que se consuman todos los minutos o si corta antes la intervención. Tradicionalmente, y Francisco Pina no es una excepción, los presidentes suelen ser muy permisivos con los diputados, que no tienen reparos en emplear mucho más tiempo del autorizado en sus disertaciones. Es frecuente ver que la luz roja de la tribuna (la que advierte de que ya ha transcurrido el plazo de la intervención) pasa encendida un buen rato hasta que sus señorías concluyen. Y también es habitual ver cómo el presidente llama una y otra vez la atención a los intervinientes avisándolos de que su tiempo ha terminado. "Aunque hay artículos del reglamento que conceden una autonomía muy notable al presidente, tendemos a autoencorsetarnos para dar protagonismo al diputado. Pero es cierto que cuando estamos en la tribuna sólo pensamos en hablar y hablar", afirma Pina.