La ilusión y los nervios que cada año acompañan a la vuelta al cole tienen en este año marcado por el coronavirus extraños compañeros de viaje: la incertidumbre, el desasosiego e incluso el miedo ante una situación desconocida y que se sabe que traerá rebrotes de covid-19. Las familias y los docentes aguardan ansiosos las directrices del Departamento de Educación, que prevé presentar esta semana un protocolo de seguridad más estricto y concreto que el anunciado en el plan de contingencia presentado a finales de junio.

De momento, el consejero del ramo, Felipe Faci, anunció este viernes la implantación de la jornada continua en todos los centros de Aragón de Infantil y Primaria. Una medida que pretende minimizar los riesgos derivados del trasiego de personas en los accesos y salidas a los centros educativos. También se anunció ya la semipresencialidad a partir de 3º de la ESO.

Pero estos no serán los únicos cambios. El uso de la mascarilla, el mantenimiento de la distancia interpersonal y la gestión de las zonas comunes, como el recreo, el comedor y el transporte escolar, son algunos de los puntos calientes en este inusual regreso a las aulas. Después de seis meses sin ir al colegio, las autoridades, desde el consejero autonómico a la ministra de Educación, Isabel Celáa, insisten en la importancia de la «presencialidad», especialmente en las edades tempranas. Pero se asume también que, con los niveles actuales de transmisión del virus, lo previsible es que surjan casos en los centros, que haya que poner clases en cuarentena o, incluso, llegar a cerrar algún colegio si el número de positivos así lo aconseja.

Para hacer frente a esta situación, el departamento ha tenido que pasar del escenario 1 (sin rebrotes) al 2 (que prevé casos en los centros). Ofrecer el servicio «esencial» del comedor escolar y buscar alternativas para mantener los grupos de convivencia estable también fuera de clase son los retos.

Dos expertos que han analizado en qué condiciones debe producirse la vuelta al cole para que sea más segura, han explicado su visión a este diario. Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, e Ignacio de Blas, profesor titular de Veterinaria en la Universidad de Zaragoza y epidemiólogo veterinario, que ha ayudado al colegio Marianistas a diseñar el regreso al colegio, consideran que deberían haberse tomado decisiones hace tiempo. En concreto, en lo que respecta a la contratación de docentes y la habilitación de espacios alternativos, como centros cívicos o bibliotecas municipales, que pudieran servir para ampliar los espacios de los centros.

Tanto para Planas como para De Blas, la crisis del coronavirus deja al descubierto los «problemas sistémicos» de la educación en Aragón, como la construcción de «colegios pequeños, con clases pequeñas y patios reducidos» o la falta de inversión en «formación en competencias digitales y en recursos tecnológicos».

Después del curso acelerado que supuso la pandemia, consideran que deberían haberse dado pasos más firmes para dar respuesta a un curso que, con certeza, caminará «entre lo online y lo presencial». Para empezar este curso, asegura Planas, «habría que haber contratado más personal docente, de limpieza, monitores de comedor y de transporte».

De Blas cree que, en estos meses de verano «debería haberse elaborado un censo de los alumnos y centros que tienen mala conexión a internet o que necesitan ordenadores», o plantear espacios alternativos, «como las bibliotecas municipales», que pudieran servir como «aulas virtuales» a distancia «antes de que salga un brote».

A poco más de 15 días de volver a las aulas consideran que «no hay tiempo» para implantar muchas medidas, pero también avisan de que «el riesgo cero no existe» y será necesaria la colaboración de toda la comunidad educativa en esta situación. Lo «prioritario», insisten, es que se pongan todos los medios «para que los alumnos no pierdan otro curso escolar».