Hay noticias que cuesta asimilarlas por mucho que las esperes, sobre todo porque suponen perder la voz y la cercanía de esas personas excepcionales que hacen realidad aquel pensamiento de Shakespeare que nos anunciaba que «ningún legado es tan rico como la honestidad». Por eso, cuando me piden que escriba unas líneas sobre el profesor Borrás, sobre nuestro reconocido y admirado Académico de Honor, sobre el querido Gonzalo, lo primero que me viene a las manos es la necesidad de constatar que hemos perdido a una excelente persona, a un gran investigador que supo gastar sus ilusiones y sus esfuerzos en recuperar uno de nuestros más rotundos signos de identidad: esa dimensión mudéjar que llenó nuestro paisaje de torres que consiguieron la belleza desde la sencilla conjunción del trabajo de las manos con el barro de esta tierra. Así, tan sencilla y admirable como el quehacer mudéjar, ha sido la vida de este investigador que no ha perdido el tiempo, que ha ganado la eternidad consiguiendo que Aragón se escriba en clave mudéjar. Y eso es algo que habrá que agradecerle siempre. Será algo que las generaciones futuras cuando trabajen con sus estudios entenderán bien. Será algo que, al paso de los tiempos, lo hará perdurar como una estrella mudéjar muy singular luciendo espléndida sobre su tierra bajo aragonesa, que yo pienso que es como ha sido su vida: honesta, generosa con la sociedad, cuidadosa con la belleza, amante de la sencillez, mecida por el sentido común y siempre acariciada por la brisa de la amable ironía.

Por todo ello, no hace falta hablar de sus muchas y señeras publicaciones, de su buen hacer en cargos y encargos, porque lo único que debemos recordar es su compromiso con todo lo que significó y significa Aragón. Es imposible que una persona como él, que ha dejado una obra sólida y útil para todos, pueda perderse en el olvido. Es imposible que su voz, su sonrisa amable, su afecto, sus palabras y su trabajo, no sigan acompañándonos y no nos inviten -día tras día- a darle las gracias y mirar a esa estrella mudéjar que ya brilla en el cielo de esta tierra. En realidad, como decía Enrique Bunbury sabemos que Gonzalo es de los pocos que puede decir que «la muerte será un adorno que pondré al legado de mi vida», a un legado inmortal que siempre estará escrito en el Libro de Honor de Aragón.