El Ayuntamiento de Zaragoza es el encargado de acabar con las pintadas ilegales que aparecen asiduamente en las distintas infraestructuras, mobiliario y edificios públicos de la ciudad, a través de la concesionaria de limpieza, FCC. Según la empresa, se registran unos 65 grafitos al día en la capital aragonesa, lo que supone más de 20.200 al año y el coste en que estos se traducen, por la eliminación de estos daños, supera el millón y medio de euros anuales. "La aparición de pintadas es constante en el tiempo. Suelen aparecer más en épocas concretas: cuando ha ocurrido algo reseñable en la ciudad, como huelgas, sucesos políticos o visitas oficiales de personalidades, entre otros casos", explicó el encargado general de FCC, José Miguel Marco.

ESCENARIOS FAVORITOS

La ribera del Ebro es uno de los escenarios favoritos de los grafiteros. También prefieren los entornos de bares, colegios e institutos. Existen dos tipos de grafitos: los de firma sencilla o alusiva. Estos segundos son los prioritarios para las brigadas de limpieza porque mencionan a una persona en concreto (a veces con nombre y apellidos), o contienen mensajes vejatorios.

Los vendedores del producto que utilizan estos grafiteros aseguran que los aerosoles actuales son muy diferentes a como eran hace años. Ahora se fabrican con unos componentes que permiten una mayor duración y cuentan con un diseño que ahorra tiempo al realizar la pintada. Existen diversos tipos de espray, cuanto más permanentes sean, más caro será adquirirlos. "La mayoría de los grafiteros suele comprar pinturas más baratas porque no se lo pueden permitir, estas son poco duraderas y muy fáciles de aplicar, además se secan en cuestión de segundos", señaló el vendedor de una tienda de Zaragoza.

En cuanto a su proceso de eliminación, depende de los componentes del espray, del tamaño de la pintada y de la superficie donde se halla. Y en función de eso, el mecanismo de limpieza puede variar. Eliminar una pintada cualquiera puede durar unos veinte minutos. En los casos más sencillos, se hace un lavado a presión con agua fría o caliente y, en los más complicados, se aplica arena con agua para erosionar, se pinta del mismo color, o se utiliza un producto decapante. Un proceso nada fácil que no promete que la superficie quede tal cual estaba.