«No podemos tener un sector y una agricultura familiar viable con un sistema cooperativo inviable». La frase del consejero de Agricultura del Gobierno de Aragón, Joaquín Olona, en el pleno de las Cortes celebrado el pasado viernes, apunta con pocas palabras uno de los pecados capitales de las cooperativas agrarias: la falta de profesionalización y de capitalización en el sector. Las palabras de Olona trataban de buscar respuestas al crack sufrido por Arento y su efecto dominó en muchos de los socios que tenía a lo largo y ancho del territorio aragonés. Y quizá el diagnóstico sea el correcto, pero otra cosa será cómo maniobrar para lograr cambiar la forma de gestionar las cooperativas. Y no solo las cooperativas.

Las cuantiosas inversiones de Arento se llevaron a cabo como si no se tratara de una empresa. Y quizá ese fue el gran error. En el caso de las compañías privadas el esfuerzo inversor se realiza con fondos propios aunque también sea necesario tirar de financiación ajena. Pero para ello hace falta buenos gestores y profesionales.

Las fuentes del sector cooperativo consultadas por este diario y que prefieren mantener el anonimato al hablar de Arento, señalan que, en ocasiones, la firma de documentos o de operaciones se realizaba «sin ningún conocimiento». Un responsable de una cooperativa procedente del sector industrial subraya a este diario que «no existe un perfil profesional» en el sector, ya que, asegura, «apenas conozco a responsables que tengan ni siquiera una licenciatura. Y estamos hablando, en algunos casos, de empresas que facturan más de 40 millones de euros. Arento, por ejemplo, facturaba más de 200 millones al año. Además, subraya, «no estamos entendiendo el mercado, y eso es grave». Otras fuentes consideran que es un error que los mismos presidentes de cooperativas estuvieran en el Consejo Rector de Arento.

La «gestión transparente» es otro de los retos pendientes, según el presidente de la Federación de Cooperativas de Aragón, José Víctor Nogués, que lamenta que el frenazo que va a sufrir el sector «dificulta una mayor competitividad».

Sea como fuere, la quiebra de Arento ha obligado ya a hacer una serie reflexión sobre el funcionamiento del modelo cooperativo. «Si las cooperativas son solventes y viables no hay nada que temer, si no el sistema financiero acabará expulsándoles del mercado», aprecia un alto cargo del sector. Algo así ha ocurrido con Arento, cuyas deudas han provocado que la banca dejase caer al gigante agroalimentario. Por eso, es necesario un giro en la gestión, sostienen, pero también un cambio cultural.