Cuentan que los mercenarios marroquíes traídos por Franco a la Guerra de España estaban fascinados por los grifos. Y aprovechaban los saqueos para arrancarlos, creídos de que, llevándose aquellos maravillosos artefactos a sus lejanos poblados del Rif o Sidi Ifni, les bastaría con clavarlos en cualquier pared para que al instante manase de ellos un caudal inagotable de preciosa agua dulce.

Es lo mismito que les pasa ahora los señores Camps y Valcárcel, presidentes peperos de Valencia y Murcia, respectivamente. Que confunden la hidrología con la grifería.

Ha sido común entre los trasvasistas de todas las épocas la peregrina idea de que el agua del Ebro que se pierde en el mar (¡toma ya majadería!) podía ser llevada a cualquier parte donde hubiese un campo de golf en ciernes o cualquier otro negocio que precisará ser puesto a remojo. Fácil, ¿no? Se supone que los caudales viajarían sin problemas de arriba abajo, es decir de Norte a Sur, por la propia fuerza de la gravedad.

Por supuesto sería agua buena, barata y en abundancia, como todavía reclama el presidente murciano, no se sabe si en un alarde de cinismo o en una exhibición de patética ingenuidad. Ni este buen hombre ni sus secuaces ideológicos han entendido nunca no sólo el enorme gasto en infraestructuras y en energía que requeriría ese grifo milagroso que ansían, sino la necesidad que habría de reordenar la gestión de toda la Cuenca del Ebro para reservar y transferir un volumen de agua equivalente casi al actual megapantano de Mequinenza. Ni los problemas de almacenamiento y de transporte de tales volúmenes, ni la dificultad de ordenar el trasvase en unos ríos de régimen torrencial, ni el problema del Delta, ni el impacto de los embalses... Nada de todo ello aparece en las argumentaciones (¿?) de la hoy desengañada y desconcertada (pero todavía belicosa) derecha levantina. Allí aún siguen empeñados en que el Ebro les pertenece.

Por eso, cuando el otro día la ministra Narbona, tan maja ella, le ofreció al valenciano Camps desalar y recuperar más caudales (340 hectómetros cúbicos) que los previstos por el PHN para su comunidad (315 hectómetros), el del PP se negó. Y reclamó el grifo.