La Guardia Civil de Huesca ha detectado la existencia de redes profesionales de cazadores tras los graves casos de furtivismo registrados en las últimas fechas en el Pirineo aragonés. Desde el pasado día 27 de junio, la Benemérita ya ha detenido a cuatro hombres como autores de la matanza de nueve ejemplares de sarrio.

El modus operandi de estos cazadores, que tienden a actuar por distintos parques naturales de la geografía española, es casi siempre el mismo: contratan los servicios de un guía especializado a través de empresas gestoras de caza, muchas de ellas ilegales, por cantidades que pueden rondar los 1.200 euros. Esos guías, que suelen tener un gran conocimiento del medio natural, ayudan a localizar los ejemplares.

"Los cazadores suelen ser personas de un gran nivel adquisitivo que buscan emociones nuevas. Matan por el simple hecho de matar y de tener trofeos en sus casas", explicó a este periódico el jefe del Seprona de Huesca, alférez Arturo Notívoli.

La detención de estos furtivos a menudo resulta complicada, ya que cuentan con grandes medios técnicos: rifles monotiro que pueden desmontarse y ocultarse con facilidad --su valor es de unos 6.000 euros--, visores nocturnos y silenciadores, cuyo uso está prohibido y que únicamente pueden adquirirse en el mercado negro o en Andorra.

Además, como la caza del sarrio sólo es legal de manera selectiva y siempre con el permiso del Gobierno aragonés, estas empresas suelen proporcionar precintos falsos a los cazadores para que los coloquen a los ejemplares muertos. "La caza del sarrio siempre debe realizarse con un guarda forestal, que se encarga de determinar qué animales pueden abatirse. Cuando el sarrio fallece, hay que emplear un precinto que proporciona el Inaga. La mitad de esta señal se coloca al animal y la otra mitad se entrega a la DGA", apuntó Notívoli.

En el año 2001, el Seprona detectó la existencia de una de estas redes en el Pirineo oscense, sobre todo en la zona de Vilas del Turbón. El descenso en la población del sarrio supuso el inicio de una profunda investigación para actuar contra las organizaciones. En este sentido, a principios de este año se dio forma a un dispositivo especial de vigilancia y seguimiento en el que trabajan los Servicios Rurales de la Guardia Civil, los Grupos de Montaña y el propio Seprona. Las trabajos se centran en el seguimiento de sospechosos y en la vigilancia desde varios apostaderos clave.

ULTIMAS DETENCIONES El último mes ha sido especialmente preocupante, ya que la muerte se ha cebado con algunos ejemplares de gran valor cinegético. El pasado 27 de junio se registró el primero de estos casos, cuando agentes de la Guardia Civil detuvieron a un ciudadano mallorquín cerca de Graus por esconder una cabeza de sarrio con un precinto ilegal en una maleta.

Pocos días después, el 9 de julio, un zaragozano fue arrestado en el parque natural Posets-Maladeta por dar caza de forma ilegal a otro sarrio, cuyo cuerpo dejó abandonado. Sólo le interesaba la cabeza.

Pero el caso más grave ocurrió el pasado día 24 en la Reserva Nacional de Caza de Viñamala, en el término municipal de Sallent de Gállego. Un vecino de Pozo de Alcón (Jaén) y otro domiciliado en Alcorcón (Madrid) fueron detenidos cuando llevaban en sus mochilas siete cabezas de sarrio, un rifle monotiro y un silenciador. Las cabezas pertenecían a cinco machos de gran valor reproductivo y a dos hembras que habían dado a luz a varias crías recientemente.

Ambos hombres contaban con gran experiencia en estas prácticas ilegales. El ciudadano jienense estaba fichado por el Seprona de la Sierra de Cazorla y se encargaba de realizar las labores de guía para el furtivo madrileño, al que la Guardia Civil oscense estuvo a punto de capturar el año pasado, cuando mató a dos ejemplares. "No tenían escrúpulos. El cazador madrileño y el mallorquín sólo querían las cabezas como trofeos", indicó Notívoli, quien añadió que no se ha constatado una conexión entre estos tres sucesos.