Sobre las aguas del pantano el castillo de Mequinenza ha sido testigo del ir y venir de las gentes del bajo Ebro. Situado sobre lo alto de una colina disfruta de una enclave estratégico y único, que ofrece una espectacular panorámica de las confluencias de los ríos Segre, Cinca y Ebro.

Para el departamento de turismo del Ayuntamiento de Mequinenza no cabe duda de que los pueblos que habitaron esta encrucijada de ríos (íberos, romanos, visigodos y musulmanes) debieron ocupar y fortificar este emplazamiento en el siglo VIII. Por lo que se sabe, el castillo fue una fortaleza árabe, construida por la tribu Bereber de los Miknasa, nombre que llevaría la actual Mequinenza hasta el siglo XII.

Con los años se transformó y acondicionó el castillo y los alrededores a una nueva forma de guerra (con armas de fuego, artillería...). De esta forma, durante la guerra de la Independencia, el castillo soportó hasta tres cruentos ataques por parte de las tropas de Napoleón, pero finalmente en 1810 fue conquistado por las tropas del Mariscal Suchet, perteneciendo hasta 1814 al gobierno francés. En febrero de ese mismo año y sin disparar ni un solo tiro volvió a manos españolas por mediación de una estrategia de espionaje del general Van Halen. Después de los duros embates de las guerras carlistas el castillo quedo tristemente abandonado.

Durante la guerra civil la imponente fortaleza pasó a ser un castillo de observación y una vez finalizados los combates (algunos muy cruentos en los alrededores) el monumento quedó en ruinas. Actualmente el castillo y sus aledaños son propiedad de Endesa. En su interior se organizan desde congresos a reuniones de trabajo, gracias al acondicionamiento como residencia que han realizado desde la empresa. Por este motivo, las visitas al interior del recinto están considerablemente restringidas. En todo caso, según señalan sus responsables, la colaboración con el Ayuntamiento de Mequinenza para facilitar el acceso es fluida y siempre tratan de responder a las necesidades, siempre que no choquen con su actual uso.

Según indica la guía Arte en la provincia de Zaragoza, editada por la Diputación Provincial, el castillo tiene una planta irregular reforzada en alzado por siete torreones, todos rectangulares excepto uno, el más robusto, que es curiosamente de planta pentagonal. Considerado hoy en día uno de los mejores castillos que el arte gótico legó a la Corona de Aragón, constituye el punto de interés más importante de Mequinenza.

Historia de la villa

Pero los referentes históricos y artísticos del municipio no se quedan ahí. Cualquier visitante de Mequinenza tiene que descubrir el pueblo viejo, el que quedó sepultado bajo las aguas y cuyo final narró con intensidad Jesús Moncada en su novela Camino de sirga (y con algo más de ligereza en algunos de sus libros de relatos). El museo de historia de Mequinenza ofrece un viaje por el pasado de la villa desde la prehistoria hasta la actualidad. Así se puede recordar el pueblo viejo desaparecido bajo las aguas del pantano, con sus mineros y sus ríos surcados por llaüts. Además, al escritor mequinenzano se dedica un importante espacio en este museo. Palabras extraídas de su novela más conocida sirven de guía para evocar el pasado desaparecido, también presente en los dibujos y pinturas que se exponen del narrador junto con objetos personales.

Si todavía queda tiempo en el pueblo se puede visitar el museo de la Mina, para asombrarse con todos los sistemas de explotación empleados a lo largo de 150 años de la minería del carbón en la cuenca de Mequinenza. Además, permite recorrer más de 1.000 metros de galerías, tajos, entibación, rozadoras, minadoras, vagonetas, excavadoras. Según destacan desde el servicio de turismo municipal, "es el mejor modo de vivir la experiencia de acceder al interior de la mina".

Así, desde las alturas del castillo a las profundidades de la tierra, Mequinenza se convierte en una experiencia increible y en un punto de referencia cultural (y deportivo, gracias a los pescadores y sus siluros) del bajo Ebro.