No sé si han reparado ustedes en el hecho de que en poco más de una semana hemos pasado sin transición de la máxima efervescencia política al más total desentendimiento de todo lo que no sea playita, sol, frivolité y a vivir, que son dos días. Se ha disuelto la Comisión Parlamentaria que investigaba el 11-M sin más conclusiones ni más solfas (seguirán en setiembre) y la gente se ha quedado tan tranquila. El Parlamento español y los otros parlamentos de la España plural han cerrado por vacaciones. El presidente Zapatero se ha ido a Menorca a pescar, según leo, atunes rojos (que lo suyo hubiera sido más bien capturar tiburones azules, pero este presidente es así de imprevisible; y no sé yo si su dulce talante estará preparado para echarle el garfio a cualquier atún, pues estos hermosos y acosados peces son duros de pelar y cuando los agarras hay que ver lo que pugnan, sangran y te dejan hecho un cromo). Navega pues el inquilino de la Moncloa, y del otro, de Rajoy, llevamos días que ni se sabe por dónde anda ni lo que pesca. Lo cual no parece importar gran cosa a la opinión pública, mucho más interesada en seguir la evolución de la salud de Rocío Jurado.

Tras tantas convocatorias electorales, polémicas, desgracias y hecatombes, parece que el personal tenía ganas de tomarse vacaciones. Además ya no está el furibundo Aznar para sacudir las conciencias y ponernos de los nervios. Volvemos al relajante pasotismo.

Sólo en Zaragoza, aunque Belloch anda veraneando, el Ayuntamiento todavía porfía con sus cuentas, con la subida de tasas e impuestos y con el resto de las verbenas municipales; mas también en este caso la ciudadanía sigue el tema con inusual calma, como si no le concerniese. Oímos hablar del apretón que nos van a dar en el IBI así que pase el cálido verano; pero de momento vamos dejando el berrinche para luego. Estamos tan agustito que ni la subida de la gasolina nos desconcierta. En septiembre volverá la dura realidad. Hasta entonces, como si nada.