"¡Circulen, no se detengan a mirar!", gritaban los agentes de la Policía Local a los conductores que aminoraban su velocidad para ver qué había sucedido. Pocos minutos después del siniestro en el que falleció un bebé de ocho meses, el cruce entre la avenida Goya y la calle Cortes de Aragón se convirtió en un hervidero de médicos, policías, testigos y curiosos.

Mientras el Nissan Micra que arrolló a varias personas apostadas junto a la marquesina de las líneas 31 y 35 permanecía empotrado contra la pared del edificio --entre los números 59 y 61 de la avenida--, el padre de la conductora, Julián, buscaba en vano a su hija. "Se la han llevado a un hospital y no sé ni a cuál. Nadie me ha avisado", exclamaba entre lágrimas mientras varios comerciantes de la zona intentaban tranquilizarlo. Segundos antes se habían marchado las seis ambulancias que se desplazaron hasta el lugar de los hechos.

Al lado del vehículo todavía podía verse el poste caído de la marquesina, rodeado de un carro de la compra y numerosas frutas y verduras esparcidas por el suelo, donde también había restos de sangre. La parte delantera del coche estaba completamente destrozada, al igual que los dos laterales y una de las ruedas, que reventó después de que el vehículo se subiera a la acera. En el interior podían verse una muleta y los dos airbags delanteros disparados.

"Aún no llego a entender la maniobra que ha hecho el coche. Venía rápido, ha derrapado varias veces para evitar a los coches que tenía delante y ha salido disparado contra la gente que esperaba el autobús. Tengo los nervios a mil", señaló emocionado uno de los testigos del accidente.

La tensión se trasladó a los efectivos policiales que se desplazaron al lugar y que veían impotentes cómo algunos paseantes se saltaban el cordón de seguridad para poder avanzar por la calle. "¿No comprenden que no se puede pasar por aquí?", vociferaba uno de los agentes. A su lado, un sanitario del 061 intentaba hacer balance del número de heridos. "En total habremos atendido a una decena de personas, aunque nos hemos centrado en los que sufrían las heridas más graves", indicó visiblemente nervioso.

Y a escasos diez metros de la marquesina, Pedro Palomo miraba incrédulo los daños que el Nissan Micra había provocado a su Renault Express antes de arrollar a los peatones. Dos ruedas, un lateral y el parachoques trasero estaban destrozados. "Supongo que a esto se le llama siniestro total, pero al final los daños materiales son lo de menos. Tengo el consuelo de que no estaba dentro de mi furgoneta, porque había ido a hacer un recado a un establecimiento. He salido al escuchar el tremendo ruido", apuntó antes de pedir un teléfono para llamar a sus hijos.

Más afectada se encontraba Lourdes Piedrafita, una trabajadora de un supermercado contiguo al lugar del siniestro que acudió a ayudar a los heridos. "Había dos personas tumbadas en el suelo y un señor que se ha acercado a recoger al bebé ha dicho que éste no se movía. Y la joven que estaba dentro del coche estaba llena de sangre. Ha sido algo terrible", afirmó conmocionada.