Luis Granell era un joven periodista en el año 1979 que se desempeñaba como corresponsal de Diario 16 y de Cambio 16, además de en la revista Andalán. De hecho, vivía todavía en casa de sus padres, una circunstancia que le permitió llegar al incendio poco después de que empezara, puesto que la casa se encontraba en la plaza San Lamberto, muy próxima al hotel. Desde allí podía ver el parque de bomberos de la calle Ramón y Cajal. «Me pilló levantándome y con la sensación de que pasaba algo gordo y bajé, no había pasado ni media hora», rememora.

«Al principio intenté ayudar porque había una evidente falta de medios. Lo hice incluso sujetando lonas para que la gente se tirara, estuve en esas hasta que vi que no era el más eficaz; era periodista, no bombero», relata.

En su búsqueda de información se encontró con trabajadores del hotel, incluido el cocinero que trabajaba con la churrera que ardió. «Me decía: ‘se me ha prendido fuego, no he podido evitarlo’», recuerda, como también que el Diario 16 ya adelantaba en su edición a media mañana que la causa de las llamas estaba en la cafetería.

Precisamente, explica que las llamas se veían en el bar Picadilly’s -que se ubicaba justo encima de la cafetería Formigal- en el lado izquierdo del hotel, en la planta calle y en la última. Su investigación le llevó al hospital Provincial, donde se estaba transportando a los cadáveres. Cuerpos negros por el humo pero no quemados, como recuerda. «Me dio una impresión tremenda ver tantos y no pude contarlos», detalla. Dejó de hacerlo cuando vio el de un niño que llevaba las zapatillas cambiadas de pie. «Ahi me derrumbé y me tuve que marchar, no pude acabar con ello», sentencia.

Aquella imagen, asegura, le ha hecho llorar «décadas después». «Había visto caer gente de los balcones. Otros que cayeron a la lona, rebotaron y cayeron al suelo... pero con el cadáver del niño vino el terror que pudo sentir cuando se confundió al ponerse las zapatillas», concluye.