«Ha habido un cambio radical en estos diez años porque la gente ha hecho propio el parque. La Expo dejará muchas cosas, pero una de las más importantes es este parque. Se ha convertido en un pulmón de la ciudad». Así juzga la evolución del Parque del Agua en su primera década Esteban Villarrocha, el gerente del Teatro Arbolé, uno de los primeros negocios que llegaron al meandro de Ranillas de la mano de este entorno natural. Arbolé decidió dar el salto a esta zona verde hace diez años, un momento en el que buscaban un cambio y, precisamente, «surgió la Expo». Para Villarrocha, se trató de un paso «decisivo» de su negocio, «un sueño hecho realidad».

Desde su atalaya instalada en una de las entradas del parque, Villarrocha encuentra un lugar óptimo para tomar el pulso a la actividad del lugar; su diagnóstico es óptimo: «Aquí los sábados y los domingos ves la ciudad, ves la mezcla de todos los barrios y de todas las condiciones sociales», afirma. Sin embargo, insiste en que «todavía no lo conocen» todos los zaragozanos, algo que, seguramente, tenga que ver con que en Zaragoza «cruzar el Ebro es difícil» para muchos. No obstante, se reafirma en que es una zona «con una gran aceptación» de las familias: «Los fines de semana, y sobre todo en primavera, esto es un lugar de niños. Ahí tenemos mucho que ver el Teatro Arbolé», reivindica.

Sin embargo, no todo ha sido sencillo en este periplo. «Hubo un momento en el que la crisis nos dio muy fuerte. Ha habido unos años muy duros, del 2011 al 2016, hubo momentos de tirar la toalla porque bajó el número de espectadores», recuerda sobre este lapso temporal.

No obstante, matiza que las visitas seguían llegando al parque, donde empezó «el fenómeno de familias que venían con el bocadillo a comerse en el césped la merienda, eso antes no pasaba», ya que se iban «todos al bar». «Lo pasaron mal todos los concesionarios, cambiaron muchos. Lo mismo que pasaba en el resto de la sociedad», recuerda. Durante esa etapa el teatro aguantó gracias a un proyecto con el consistorio que les permitió pagar el canon en trabajo, llevando así cada año a Arbolé a «3.000 niños que más lo necesitan», de manera gratuita. Ahora, por esta primera década preparan una programación especial para este verano.

También lleva desde el principio Juan Miguel Valero, gerente y propietario del restaurante Bocados, del parque infantil Balambambú y de la guardería. Al retroceder en el tiempo, de la temporada de la Expo recuerda que «fueron tres o cuatro meses de locura», en la que los visitantes acudían al restaurante cuando cerraba el recinto «y era un poco caótico todo».

Sin embargo, relata que, desde entonces, «ha habido épocas». Tras el periodo de obras que hubo en la zona llegó la crisis, que «se notó bastante». Acerca del momento actual, juzga que «hay más visitantes», incluidos muchos que todavía no lo conocen: «Nos sigue llegando mucha gente que nos dice que viene por primera vez y que no sabía ni que esto existía», sostiene el empresario. También percibe que ha cambiado el entorno, mejoras en el ambiente producidas porque la vegetación que había «ha crecido» y se ha sumado la nueva que se ha ido añadiendo en estos diez años: «Hay bastante más sombra, uno de los grandes problemas que había al principio».

PARAÍSO DEL 'RUNNER'

Una de las actividades con más aceptación en el parque es correr por los circuitos que tiene, de hasta 10 kilómetros. José Luis Narbaiza es aficionado a este deporte y describe este lugar como «el paraíso» si se evalúa como pista para correr, ya que, además, se puede llegar hasta Juslibol. Prueba de ello es que cambió de domicilio para estar más cerca: «Me mudé al Actur para tener el parque al lado», afirma. Sobre su ambiente, destaca que se trata de un entorno «muy seguro, familiar, tranquilo y accesible», aunque matiza que la iluminación por la noche es mejorable y que los mosquitos son un problema en verano, «pero eso es algo normal», precisa.