Comer insectos puede parecernos algo del futuro o incluso poco agradable si nos planteamos hacerlo en la actualidad, pero parece ser que Ana de Diego Nerín y Eva Gavín Nogués, no pensaron lo mismo cuando tomaron la iniciativa de crear Insectopia 2050 con el propósito de elaborar diferentes productos tanto para consumo animal como para el ser humano.

Ana, licenciada en Química, y Eva, ingeniera industrial, fueron compañeras de trabajo y compartían esa inquietud emprendedora. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de investigar un poco más sobre el tema de los insectos, un germen que culminó con la puesta en marcha de un proyecto en común que vio la luz en marzo del 2018. La iniciativa cuenta con el apoyo financiero del Gobierno de Aragon, que cofinancia el proyecto Evaluación de la Cría de Insectos como Proteína Alternativa (ECIPA).

Todo empezó cuando Ana de Diego leyó un estudio en el 2013 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA, más conocida como FAO, sobre las previsiones de crecimiento de la población e insectos comestibles. Ana explicó que de alguna manera «invitaban a la comunidad científica a explorar el potencial de la cría masiva de insectos como fuente de proteína alternativa».

Actualmente, el proyecto se encuentra en una primera fase que consiste en la optimización del proceso de cría. A partir de ahí, tendrán que pensar a qué mercado se quieren dirigir. Ana realizó una comparativa entre las posibles alternativas. «El mercado de la alimentación animal es un mercado muy interesante pero de grandes volúmenes para el que necesitaríamos una instalación industrial. Por otro lado, el mercado de la alimentación humana es en el que nos podríamos manejar con volúmenes más pequeños pero todavía no hemos manifestado públicamente hacia dónde vamos a ir». De momento, continuarán en esta primera fase hasta octubre del próximo año.

Uno de los mayores retos al que se enfrentan estas emprendedoras aragonesas es que en Europa la alimentación a base de insectos sigue siendo un tema novedoso, debido a que no existe la cultura de comer insectos (entomofagia).

Ana explicó que no se trata de que en un futuro se vayan a comer grillos enteros, «pero sí que es verdad que con ellos puedes hacer una harina de grillo que se podría incorporar a un producto alimentario. Lo que se quiere conseguir es que un porcentaje de ese producto se use para hacer una pasta, ya que, según comenta Ana de Diego, «no es necesario que sea el 100% de harina de trigo, puede ser un 80% y luego un 20% de harina de grillo, consiguiendo así un macarrón más proteico con más hidrato de carbono».

POSIBLES BARRERAS

En septiembre del pasado año realizaron una cata en la facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza. En la misma, las dos compañeras presentaron cuatro platos elaborados con insectos. Tres de ellos estaban hechos con harina de insecto. En estos tres platos era imposible ver con qué habían sido cocinados. Trabajaron junto con una empresa de neurotecnología que les ayudó con el experimento, de esta manera la gente estaba monitorizada a través de unos sensores que midieron la sudoración y las palpitaciones, así como el impacto visual que se generó al ver los diferentes platos y así controlar si el alimento les generaba rechazo o no.

El cuarto y último plato consistió en unos tenebrios (gusanos de la harina) en una cuchara. Eva aseguró que «de sabor están buenos debido a que están deshidratados y muy especiados pero el impacto visual al levantar la tapa y ver la cuchara con gusanos fue bastante alto». La conclusión de esta cata fue que el rechazo visual era mayor que al comérselos.

Ahora solo queda pensar en si se trata de una moda pasajera o si es verdad que la sociedad terminará, en un futuro no muy lejano, comiendo insectos igual que se come pescado crudo como es el caso del famoso sushi.