Han pasado del sofocante calor del desierto del Sahara a las cálidas temperaturas de Aragón; de la pobreza del campo de refugiados de Tindouf, en Argelia, a la comodidad de sus familias de acogida; de la nada al todo . Llevan sólo catorce días en la comunidad autónoma, pero a los 149 niños saharauis ya les ha dado tiempo para comprender qué es eso del primer mundo . Ayer los 49 pequeños que pasan sus vacaciones en Zaragoza celebraron su estancia en la ciudad con una visita al Palacio de la Aljafería. Y los chavales, acostumbrados a paisajes desérticos, quedaron fascinados.

"Muy majo". Así definió Brahim, un saharaui de catorce años, el recinto de las Cortes nada más adentrarse en él a las diez de la mañana con el resto de sus compañeros. Y lo hizo bajo la atenta mirada de su mamá , como él llama a Marisa Beltrán, la señora que le acoge "como a un hijo". Custodiados por sus monitores, los pequeños, de entre ocho y doce años, se acomodaron en el hemiciclo ajenos al discurso de bienvenida que la vicepresidenta primera de la Cámara, Ana Fernández, iba a dedicarles. Mientras Fernández les recordaba a las familias que la institución siempre ha trabajado a través de una Ponencia Especial "por la causa justa" del pueblo saharaui, los niños jugueteaban con los micrófonos. Era un instrumento desconocido para ellos, al igual que el lenguaje de la vicepresidenta. No comprendían sus palabras, pero sí su sonrisa. Sabían que eran bienvenidos.

Todo es novedad

Desde que llegaron a Zaragoza experimentan sensaciones nuevas a cada minuto. Un chapuzón en la piscina, una ducha, el teléfono, o degustar un simple plato de garbanzos es todo un lujo para ellos. "Lo que más le gusta es el pescado. Dice que allí sólo lo comen en lata", aseguró Marisa, la mamá de Brahim. En casa de Mari Carmen Franco la pequeña Salima, de ocho años, "hace de cada momento de la mesa un festín. Su mayor sorpresa: los caracoles."

Y es que el pescado, la fruta o la leche son un verdadero manjar en el campo de refugiados. Para Mohamed Salem, de once años, son sus segundas vacaciones en casa de Esther Mato: "El verano pasado se fue a Tindouf con 34 kilos y ha regresado con 27". Tanto cariño le tiene Esther que en diciembre pasado no le importó pagar más de 500 euros para poder desplazarse, con un viaje organizado por la delegación del Frente Polisario en Aragón, hasta el campo de refugiados y pasar unos días con él: "Lo que más me sorprendió fue la hospitalidad con que nos recibieron. Te dan hasta lo que no tienen porque incluso pidieron un préstamo para podernos agasajar".

Si niños como Mohamed, Brahim y Salima están en Zaragoza es gracias al proyecto Vacaciones en Paz , que desde hace siete años desarrolla en Aragón la Asociación Amigos del Pueblo Saharaui Um Draiga . Todos los pequeños son conscientes de que el próximo 3 de septiembre su sueño se acaba; un avión les llevará de nuevo hacia Tindouf, donde el campo de refugiados y sus padres les esperan. Pero se irán felices. Saben que en Zaragoza el próximo verano su otra familia también les espera.