El borrador de los presupuestos de Aragón ha llegado muy tarde y habrá que solventarlo en un plisplás. El correspondiente al Ayuntamiento de Zaragoza debe ser acordado (o no) ya. Dos documentos claves para la gestión de ambas instituciones tendrán que ser debatidos al corre que te pillo. Por supuesto, los participantes en tal ceremonia saben perfectamente que 2015 es año electoral, que cada cual va a buscarse la vida como pueda porque las cosas vienen muy achuchadas, que Podemos y su alter ego Ganemos están ahí listos para dar un susto y, en cualquier caso, que los presupuestos no pasan de ser un papel más, un rito anual carente de significado. Por eso Rudi y su (nuevo) consejero Campoy han aterrizado con unas cuentas imposibles, que se sustentan sobre un espectacular aumento de los ingresos, producto, cómo no, de la presunta recuperación económica que vive nuestro país (de ilusión también se vive), porque los impuestos dependientes de la DGA... van a bajar. Por supuesto, la humorada ha hecho mucha gracia. A la gente, ya se sabe, nos encanta que nos tomen el pelo.

Al año que viene, con dos citas electorales desplegadas de primavera a otoño, esas instituciones que hoy presentan unas cuentas maquilladísimas o simplemente inverosímiles serán gobernadas por personas diferentes a las actuales. ¡Buuufff! Los principales partidos se las están componiendo para ofrecer candidaturas muy poco atractivas (a ver qué hacen los alternativos). Y es seguro que formar equipos para gestionar los asuntos públicos podría ser muy complicado (el PP está intratable, el PSOE no quiere someterse al abrazo del oso ni pactar con populistas y Ganemos-Podemos le hace ascos a toda la casta). Encima, esos equipos se toparán de inmediato con una contabilidad disparatada y unos vicios administrativos demenciales (por ejemplo, el cierre de caja que el Gobierno aragonés practica a la vuelta del verano). En mayo, se celebrarán las autonómicas y municipales; en septiembre (o quizás antes), en el Pignatelli y la cesaraugustana casa consistorial apenás habrá liquidez, amén de una ingente cantidad de facturas sin pagar.

No caben comparaciones con la situación del 2011. Porque todo lo que entonces ya estaba averiado sigue tal cual o peor. Y lo que entonces todavía chutaba está hoy muerto matao. Con una particularidad: llevamos ya seis ejercicios (con el próximo serán ya siete) sin apenas inversiones. Vamos tirando de la inercia cogida antes del 2008. Pero ya se está acabando. Los servicios públicos no pueden seguir encogiendo, las infraestructuras necesitan ser mantenidas y renovadas, hay que abordar nuevos proyectos... además de afrontar el gasto corriente. Encima, el personal está ya encabronadísimo y no aguanta las bromas. Anda, que...