Al cruzar las puertas del Paraninfo de Zaragoza y llegar hasta las salas de Saura y Goya, los ciudadanos pueden hacerse una idea de la historia que ha recorrido la Universidad de Zaragoza, en forma de exposición bajo el nombre Historia, conocimiento y patrimonio. Un itinerario de 475 años que han servido para construir la institución tal y como se conoce en la actualidad.

María García y Juan Carlos Lozano, comisarios de la exposición, se encargaron de reunir y seleccionar las muestras que componen la obra y esperan «una buena acogida entre el público con cerca de 10.000 visitantes hasta el 15 de julio que está abierta». Una exposición dividida en dos salas donde una muestra archivos históricos desde su fundación y, la otra exhibe instrumentos y materiales utilizados en las aulas.

Esta historia está marcada por la presencia masculina ya que, según Yolanda Polo, vicerrectora de Cultura, «hasta 1910 no se insertó la mujer en el ámbito académico» y fue «en 1917 cuando se licenció la primera aragonesa por la Universidad de Zaragoza, Aurea Javierre, en Filosofía y Letras». Aunque fue más adelante cuando una mujer se sentó en una cátedra: Ángela de la Puerta, licenciada en Químicas. Desde 1542, año en que se creó la Universidad de Zaragoza por el emperador Carlos V, hasta ese momento, toda la historia de la institución la componen únicamente hombres.

En la primera sala se encuentran cuadros y esculturas de figuras ilustres de la universidad, como el busto de María Moliner y el retrato de Pedro Cerbuna. Además, están expuestos los documentos clave de la institución, como la bula papal que autorizaba la creación este organismo. Como explicó Lozano, una exposición «siempre es una buena excusa para restaurar y limpiar obras como el cuadro de la Musa Calíope, que representaba una alegoría de las letras».

La segunda sala contiene los materiales e instrumentos utilizados a lo largo de la historia de la universidad. García mencionó que pudieron recuperar «un caballo clástico de alrededor de 250 piezas, aunque no está completo, y uno de los exámenes de Veterinaria consistía en montarlo». Asimismo, en las vitrinas permanecen diversos modelos de microscopios de diferentes épocas o «el primer proyector que compró la universidad, en 1912, y podía mostrar películas, diapositivas e, incluso, meter el microscopio dentro y poder ver en grande las preparaciones».

Sin embargo, Lozano aseguró que «no hay ni rastro de la famosa pizarra de Einstein», donde, en su visita a Zaragoza en el 1923, escribió durante la charla que impartió. El encerado «que se barnizó para que no se fuera la tiza» sigue siendo un objeto perdido aunque García pensó que «probablemente se rompería».