Partieron hacia Irak con la premisa de continuar con las labores de logística desarrolladas por el Elemento Nacional de Apoyo Logístico (INSE II). Pero su marcha se vio salpicada por el pulso mantenido entre el expresidente del Gobierno, José María Aznar, y el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, que les retuvo más de ocho horas en Zaragoza. Inicialmente, los 204 integrantes del INSE III, entre los que figuraban 95 militares de la Agrupación de Apoyo Logístico de Zaragoza (AALOG 41), tenían previsto regresar a España a principios de agosto. Pero todos sus planes se vieron alterados.

A raíz de los ataques a Base Al Andalus en Nayaf a principios de abril, surgieron los continuos hostigamientos del Ejército del Mehdi hacia los militares españoles. Y poco después llegaría el anuncio de Zapatero de adelantar la salida del país al 27 de mayo. Fue entonces cuando el jefe del INSE III, teniente coronel Pedro Vallejo, recibió la sorprendente e inesperada noticia de recoger, en apenas un mes, la base española de Diwaniya. Por primera vez desde que las Fuerzas Armadas participan en misiones internacionales, el Ejército debía replegarse... Y debía hacerlo en un mes, cuando para este tipo de misiones se contemplan al menos dos meses y medio de plazo. Nadie esperaba esa decisión, ya que todos creían que la vuelta se realizaría a partir del 30 de junio. Muchos militares creen que el trabajo se hizo con demasiada precipitación.

Cambios por los ataques

Los ataques dificultaban la organización de los convoyes y alteraron el orden normal de una retirada: la Fuerza, compuesta por legionarios y miembros del Mando Táctico de Valencia, no podría salir en primer lugar, ya que debía escoltar a los logísticos. Los soldados españoles contaban con confidentes que solían advertirles cuando se iban a producir hostigamientos. Si el riesgo era alto, la megafonía avisaba del aumento del nivel de alerta. Los militares del INSE III se ponían entonces el casco y el chaleco.

Los ataques con morteros y lanzagranadas procedían de un grupo de efectivos afín al Ejército del Mehdi. Algunos vieron cómo los impactos se producían a escasos metros de ellos, pero la suerte acompañó a las tropas españolas.

Las premisas dadas por Zapatero eran claras: el repliegue debía concluir con rapidez y seguridad. Estas palabras condicionarían la misión.

La seguridad se intentaba garantizar con varias medidas de contención. Doble alambrada, un foso, un sistema electrónico para detectar movimientos que llevaba una cámara incorporada --además de infrarrojos-- y un talud construido a base de sacos terreros. También se establecieron guardias permanente con blindados, numerosas patrullas motorizadas y distintos puestos de vigilancia. Todos los efectivos españoles --legionarios, Mando Táctico de Valencia y miembros del INSE III-- tuvieron que repeler los disparos en varias ocasiones. Disparos que acabaron con la vida de bastantes iraquís.

Además, la rapidez exigida obligaba a seleccionar qué material se iba a transportar de vuelta, aparte de a realizar maratonianas jornadas que se prolongaron durante la noche en varias ocasiones. Como afirmaron los propios logísticos, habría sido imposible cumplir los plazos en caso de que hubieran tenido que traer todos los equipos. El criterio era muy claro: que primara la rentabilidad. Junto a los vehículos y el armamento pesado, se traerían de vuelta aquellos elementos cuyo transporte no fuera más caro que su propio valor. A esta premisa se añadía otra orden: los logísticos tenían que dejar la base en unas condiciones de vida apropiadas para las tropas de EEUU, dentro de un acuerdo de colaboración vigente entre ambos países.

Pero para llegar a tiempo, primero hubo que renunciar a algunas tareas básicas de la logística militar, como la habitual clasificación y embalaje exhaustivo de los materiales.

Falta de contenedores

La preocupación llegó poco después de recibir la orden de repliegue, cuando para organizar los 335 contenedores se constató que hacían falta más equipos materiales. Algunas empresas, al conocer las necesidades de los españoles, intentaron disparar los precios. Muchos creyeron entonces que sería imposible llegar a tiempo para las fechas previstas. La solución fue recurrir al apoyo estadounidense y a varias subcontratas. Fueron días de gran tensión.

Luego llegó el momento de dar forma a los cerca de 50 convoyes de subida y bajada hacia Kuwait por carretera, encargados de sacar a los militares y al material del país. Durante los trayectos, de 500 kilómetros, varios convoyes sufrieron enfrentamientos directos con armas de fuego con la resistencia iraquí.

Una vez en Kuwait, el INSE III se alojó en la base estadounidense de Camp Virginia. Los norteamericanos colaboraron en el traslado del material hasta las instalaciones portuarias, aunque previamente los españoles tuvieron que desinfectarlo todo ante el posible contagio de la fiebre aftosa. Esta labor se realizó en otra base norteamericana, la de Camp Doha. Fue en el pequeño emirato donde se puso en marcha parte de la clasificación de los elementos, aunque el trabajo completo se está terminando en Valencia, adonde llegaron tres barcos con el material los pasados 5, 11 y 14 de julio. 57 hombres de la AALOG 41 se dedican estos días a entregar los 335 contenedores y 450 vehículos --muchos de ellos con agujeros provocados por proyectiles-- a sus unidades de origen.

El principal problema que se encontraron los miembros del INSE III fue la imposibilidad de actuar con continuidad. Los vaivenes en las fechas y el escaso margen de tiempo les obligaron a emplearse a fondo.

Pero todos llegaron con vida y pudieron cumplir con su misión. Como dijeron algunos a su llegada, "Dios es español".