Hace 49 años largos, 50 Semana Santas, que Javier Rodríguez Catalán se colgó un bombo al hombro para procesionar en Viernes Santo por las calles de Zaragoza. Medio siglo después, el cofrade de las Siete Palabras puede presumir de no haber faltado ni a una sola cita junto al instrumento con el que se estrenó en la tarde del 27 de marzo de 1970. Ese día se pudieron ver los tres primeros bombos calandinos en Zaragoza, fabricados por el artesano Tomás Gascón, el amigo artesano de Luis Buñuel que puso su granito de arena en aquellos días novedosos que terminarían por cambiar el sentido de esta semana de pasión.

Nadie entendería hoy la Semana Santa zaragozana sin el sonido de estos bombos que estrenaron Luis Antonio Castañer, José Estanislao Pérez de Mezquía y Luis Fernando Gómez aquella mañana de Viernes Santo. No estaba Javier Rodríguez aún. Llegó por la tarde, para el Santo Entierro. «Yo tocaba el timbal, pero uno de los que había estrenado bombo por la mañana no pudo salir por la tarde, no recuerdo muy bien por qué, y lo cogí yo. Desde entonces no he fallado ni un año, con frío, calor, lluvia, granizo… He participado, además, 36 años en los concursos de Zaragoza e Híjar. Hay que tener mucha salud, muchas ganas y mucha pasión».

A Rodríguez Catalán le entró el sonido por la piel desde muy pequeño, la Semana Santa, las Siete palabras. «La primera vez que pude ver en procesión a mi cofradía yo tendría unos 10 años. La vi desde el edificio de la calle Don Jaime donde ahora está la CAI. Vi pasar a los verdes desde un balcón y lo mío fue un flechazo. Desde finales del 68 soy de las Siete Palabras. En mi casa no había tradición cofrade, pero había un cartel en una farmacia de la calle Pedro Cerbuna, junto a mi casa, y fui a preguntar. Allí me apunté».

Eran otros tiempos. No había tantos cofrades, y bastante menos ruido. «Entonces éramos muchos menos -hoy en día, las Siete Palabras tiene 1.353 hermanos-, todos muy jóvenes. Estaríamos unos 200 instrumentos. Entonces se tocaba la corneta, el tambor y el timbal, que ahora cumple 75 años por las calles de Zaragoza». Apareció por primera vez también con esta cofradía el 30 de marzo de 1945. En concreto fueron dos los que completaron la sección instrumental ese año junto a 32 tambores.

«Yo quería tocar, que era lo mío. Empecé en el año 69 con el timbal y al año siguiente aparecieron los bombos, hechos por un tal Tomás Gascón, un artesano de Calanda íntimo amigo de Luis Buñuel. Él fue el que hizo los tres bombos calandinos que aparecieron por primera vez en Zaragoza. En el Bajo Aragón ya se tocaba el bombo, pero aquí lo trajo mosén Francisco Izquierdo Molíns, que fue el fundador de nuestra cofradía».

Esa idea del mosén revolucionaría definitivamente estos atronadores días de pasión zaragozana. Se puede hablar, sin duda, de un antes y un después de la Semana Santa en la capital zaragozana, con el Viernes Santo de 1970 en el vértice del cambio, y con el consiguiente efecto contagio que se produjo de manera casi inmediata. «Hubo un cambio total, para empezar en las formaciones de las cofradías. Hay que tener en cuenta que entonces pesaba un montón y se llevaba de otra manera, más de lado. Recuerdo que en aquel año 70 se sacaron tres, al año siguiente otros tres, y así hasta los 70 u 80 bombos que estamos ahora. La idea, además, caló muy pronto en otras cofradías, sobre todo entre las más fuertes, que muy pronto se unieron a la moda de procesionar con bombos en Zaragoza».

Medio centenar de procesiones se pueden ver estos días por las calles de Zaragoza para estirar un tradición de 700 años. No es ni parecida, claro, esta semana del 2019 con la de siglos atrás. Incide Javier Rodríguez en el cambio. «Siento decirlo, pero si hoy en día desaparecieran los tambores de la Semana Santa, creo que esto bajaría bastante. Hay que pensar que ahora mismo hay más gente que toca el tambor o el bombo que la que baila la jota. El bombo, el timbal y el tambor se han convertido en una señal de identidad en Zaragoza».

Tanto es así que hace cinco años fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional por la Secretaría de Estado de Turismo. «Se encuentra en un momento muy fuerte porque está llegando mucha gente joven. Yo lo veo, por ejemplo, en nuestra sección infantil, que creé yo en los años 80. Entonces empezamos con 30 niños y ahora mismo ya hay en torno a doscientos», manifiesta Rodríguez Catalán, al que se le eriza la piel cuando piensa en algunos momentos de esta semana.

Esta noche saldrá otra vez de San Gil con sus palabras, aunque a él lo que le gusta de verdad es «el Viernes Santo a mediodía, el momento en el que sale mi paso. Me emociono solo de decirlo: la procesión de las Siete Palabras».